Loading...
Invitado


Domingo 21 de abril de 2019

Portada Principal
Cultural El Duende

Amnesis: Hacia una nueva teoría y práctica del Arte

21 abr 2019

Nicómedes Suárez Arauz

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Primera de dos partes

La totalidad de la existencia humana está circunscrita por la amnesia. Nuestra amnesia colectiva (ese inmenso vacío en nuestra historia universal) es comparable al de nuestras vidas individuales: en las ausencias de nuestros recuerdos del día en que nacimos, de los primeros años de nuestra vida, y la mirìada de incidentes olvidados de nuestra vida diaria. Como lo ha expresado Cesar Pavese: "Recordamos instantes, no días".

La amnesia es parte de cada gesto, cada apariencia, cada intento que hacemos de recordar y pensar. No se trata de la inconciencia, es una presencia que nos penetra lentamente y que erosiona, conforma y refina nuestras vidas. Cada uno de nuestros pensamientos y recuerdos ha sido moldeado y destruido por la amnesia. El mundo de la amnesia y de las ausencias es un universo que coexiste con el mundo de los recuerdos y presencias.

W. B. Yeats advirtió nuestras añoranzas de lo que ya está muerto al decir que "el hombre es amor, y ama lo que desaparece". Nuestra amnesia, tanto personal como colectiva, supone una pérdida continua de lo que es nuestro o está cerca a nosotros: un mundo de irrecuperables objetos perdidos. Los escribanos de Loén se expresan así en este punto:

W. B. Yeats advirtió nuestras añoranzas de lo que ya está muerto al decir que "el hombre es amor, y ama lo que desaparece". Nuestra amnesia, tanto personal como colectiva, supone una pérdida continua de lo que es nuestro o está cerca a nosotros: un mundo de irrecuperables objetos perdidos. Los escribanos de Loén se expresan así en este punto:

"Los objetos encontrados pueden sorprendernos con sus cualidades reveladas; los objetos perdidos nos hieren con el resplandor de su ausencia. La historia del mundo y de nuestras vidas es sobre todo un proceso de ir desechando cosas: vivimos de pequeños detalles, morimos de pequeños detalles, y nos consumimos para vivir. Los objetos toscos brillan con la incandescencia de nuestro fuero interno. Nuestra gran pérdida han sido esos millones y millones de años sin registro histórico y tocando el infinito ese vastísimo espacio de recuerdos ausentes y de amnesia. Esta amnesia abarca el enigma de las artes de objetos perdidos. Como consecuencia, estas obras de arte son cartas a la amnesia, su notificación recupera para nosotros el sentido de lo infinito. Ellas como mensajeras de la amnesia, aletean con la nostalgia y alegría de las cosas que se han tornado invisibles."

Si no caemos en cuenta de la amnesia, las artes carecen de visión completa. En buena medida, nosotros somos lo que hemos perdido y que jamás podremos recuperar o recordar.

La historia de la amnesia como tema, es una amplia rendija en el tiempo. Se extiende callada e implacablemente a lo largo del pensamiento de hombres y mujeres que lucharon por mantener la presencia de sus creaciones, de sus crecientes recuerdos: la historia de ellos.

Muchos de quienes han creído en un mundo previo a nuestro nacimiento, a menudo lo han hecho en el limbo de la amnesia, un estado o etapa a través del cual pasamos o entramos el momento de nuestro nacimiento. Para los antiguos chinos, era un pasaje a través de las puertas del infierno. Allí, Lady Meng obligaba a todas las almas a reingresar a la rueda de la transmigración, a beber el Min-hum-t´ang, el Caldo del Olvido que borrará todos los recuerdos de sus previas vidas y conocimiento.

Platón, en el siglo IV antes de Cristo, en su concepto de anamnesis, coincide sorprendentemente con esta creencia. Para Platón, la amnesia ofrece una explicación epistemológica: nuestro aprendizaje en vida consiste en verter el olvido que nos tomó ventaja cuando nacimos. Todo el conocimiento es un recordar el reino ideal que nuestra alma conoció antes de que ella viniera al mundo.

Otro escritor (o conservador de recuerdos) Plutarco, en el siglo primero de nuestra era, se lamentaba por lo que el olvido convierte todo acontecimiento en un no-acontecimiento. Miguel de Montaigne en el siglo XVI deploró la aberración de los recuerdos causada por el olvido. Jonathan Swift en 1726, en sus Viajes de Gulliver presentó un grupo de hombres decadentes cuyos recuerdos no iban más allá del movimiento de sus ojos de una línea a otra del texto y, por consiguiente, estaban condenados a no gozar jamás del placer de la lectura. Seis años más tarde, el Dr. Thomas Fuller, tan parco en palabras, redujo a una frase el hecho que todos sospechan o conocen: "nos hemos olvidado más de lo que recordamos".

Durante el siglo XIX, William Wordsworth revive el concepto de amnesia en un verso de Platón: "Nuestro nacimiento no es sino un sueño y un olvido". (Oda a los síntomas de la inmortalidad). Pocos años después, Charles Baudelaire, siguiendo una larga tradición mística, hablaría del mundo físico como de un "bosque de símbolos" cuyos significados hemos olvidado pero que el poeta puede redescubrir por medio de su imaginación. En el siglo XX del mundo de Ulises, James Joyce nos dice que "las idiosincrasias del poeta son productos concomitantes con la amnesia".

Las cuatro últimas décadas ofrecen varios ejemplos de escritores que han tratado el tema de la amnesia. Entre ellos, encontramos a Jorge Luis Borges en su cuento "El inmortal" donde presenta hombres condenados a la inmortalidad, la decreptitud y el olvido final del lenguaje. Gabriel García Márquez en Cien Años de Soledad (1967) presenta un vacío en la memoria del cual emerge el lenguaje y al cual retorna después. Milan Kundera en El Libro de Risa y Olvido (1978) convierte el tema en una herramienta cortante para la protesta política que hemos olvidado debido a que quienes están en el poder han legado nuestra inconciencia alterando la historia conocida, borrando las huellas.

La tradición elegíaca en poesía, mora con frecuencia en el tema de lo olvidado. Lo encontramos en poetas tan distintos como Mímero de Colofón (siglo VII antes de Cristo), Propercio Sexto (siglo I antes de Cristo), Chang Chi (siglo VIII de nuestra era) o, en tiempos modernos, John Milton (siglo XVII). Johann Wolfang Goethe (siglo XVIII y XIX) y, en el siglo XX, Rainer María Rilke y Pedro Salinas.

Ciertamente, el tema abunda en todas las eras, y en tiempos modernos ha saltado de la literatura al cine el cual lo usa principalmente como un mecanismo para multiplicar las posibilidades de la trama y crear, o elevar, el misterio y el suspenso. El tema es omnipresente, pero sus aplicaciones como estructura, igual que como tema de obras artísticas, es único del movimiento llamado Amnesis.

La historia de la amnesia no es sólo aquello que se ha escrito o creado, sino también lo que está presente en nosotros a cada momento. Al enfrentar este hecho, nuestra mente es compelida como un actor sin guion a improvisar, a alimentar la continuidad de nuestra existencia.

Puesto que no podemos recordar, creamos. Nuestras ficciones pueden ser producto de los vacíos de nuestra memoria. No podemos recordar nuestros comienzos y optamos por inventarlos con imágenes y teorías: la Materia que emerge del espíritu, el Primer Iniciador, El Tipazo. Como lo ha dicho Robert Jastrow, el cosmólogo reconoce con renuencia que se ha tendido una cortina, tal vez para siempre, a nuestras posibilidades de conocimiento de los comienzos del universo y de los inicios de su desarrollo. El teólogo se sonríe con placer viendo en ese hecho la prueba de lo eterno y de que lo divino no puede ser captado por la razón.

En cada recodo de nuestra vida hay una rendija en nuestro recuerdo: El viernes último brillaba la luna llena. ¿O era el jueves? Era una moneda amarillo claro. ¿O tenía un hábito verdoso? ¿Un resplandor naranja? Porque tú dijiste que iba a llover al día siguiente. No puedo recordarlo.

Tenemos que construirlo contra un ciclo negro perlado, de cartílago y vidrio, cable y papel maché, una moneda, una sombra blanca, tal vez con cardos, amarillos y cenicientos. Y allí estará la brecha. Un agujero redondo sobre el que hemos construido nuestra luna que evocará tal ausencia, ese vacío en nuestra memoria.

La creación surge de la amnesia en la misma medida que de nuestros recuerdos. Bertrand Russel en el Análisis de la mente (1921) postula un mundo creado hace un momento, poblado por seres que recuerdan un pasado ilusorio. (Freud los llamó los inventos de los falsos recuerdos por la psique, paramnesia). Existe una amnesia perfectamente creativa: del presente, de un pasado ilusorio. Una ficción.

Continuará

Para tus amigos: