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Domingo 21 de abril de 2019

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Cultural El Duende

Loa a la vida rural

21 abr 2019

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Voy ¡oh Mecenas! a cantar las mieses, y a decir en qué meses el cielo desgarrar nos aconseja la tierra con la reja, y uncir la vid al olmo, y qué cuidado nos merezca el rebaño y el ganado como también la diligente abeja.

Vosotras ¡oh del mundo clarísimas lumbreras, que en el cielo marcáis del año el fugitivo vuelo! Baco y Ceres benéfica, por quienes, por cuyo don fecundo la tierra aún salvaje abandonando su silvestre traje, pudo de espigas coronar sus sienes, y al vaso de agua pura, cristalino, incorporar el inventado vino. Y vosotros ¡oh númenes campestres! Faunos ligeros, Dríadas silvestres, dejad vuestros selváticos rincones que canto vuestros dones. Y tú, por quien la tierra herida al golpe de tu gran tridente brotó un caballo, imagen de la guerra, Neptuno prepotente:

Tú, Palas, inventora del olivo, tú, dado de los bosques al cultivo, de Zea Dios, por quien trescientos bueyes como la nieve blancos la yerba pastan en copiosas greyes, del Ménalo dichoso la morada, del agreste Liceo los barrancos, Pan, de ovejas custodio, si te es dable deja también y acude a mi llamado con rostro favorable. Niño que al hombre rudo revelaste el arado puntiagudo; decrépito Silvano que un ciprés tierno llevas en la mano; Diosas y Dioses todos que el campo implora de diversos modos, los que nutrís la sementera rubia, los que del cielo despedís la lluvia. Tú, cuya suerte el universo ignora, César: ¿te agradará en buena hora ser de los campos divinal egida, y que el orbe te aclame no desechas Dios de las estaciones y cosechas del mirto maternal la sien ceñida?

Tú, Palas, inventora del olivo, tú, dado de los bosques al cultivo, de Zea Dios, por quien trescientos bueyes como la nieve blancos la yerba pastan en copiosas greyes, del Ménalo dichoso la morada, del agreste Liceo los barrancos, Pan, de ovejas custodio, si te es dable deja también y acude a mi llamado con rostro favorable. Niño que al hombre rudo revelaste el arado puntiagudo; decrépito Silvano que un ciprés tierno llevas en la mano; Diosas y Dioses todos que el campo implora de diversos modos, los que nutrís la sementera rubia, los que del cielo despedís la lluvia. Tú, cuya suerte el universo ignora, César: ¿te agradará en buena hora ser de los campos divinal egida, y que el orbe te aclame no desechas Dios de las estaciones y cosechas del mirto maternal la sien ceñida?

Si a la urbana mansión no te acomodas y aspiras de los mares al gobierno Tetis para su yerno te compra al precio de sus ondas todas, y tu Numen el Nauta venerado hasta la última Thule es proclamado.

¿O astro nuevo te place presidir a los meses del estío y entre Escorpión ardiente y Erigona en el cielo fijar tu poderío?

Ya el escorpión ardiente a un lado se hace y el sitio respetuoso te abandona� Mas tu destinación sea cual fuere, que nunca el Rey del Tártaro te espere, ni a tan duro reinado tu alma aspire, ni oferta tan cruel nunca te cuadre. Por más que Grecia su Eliseo admire, y lo pondere tanto que aun Proserpina desoyó a su madre por perseguir su ponderado encanto. Da en todo caso, bienhechor, fomento a mi atrevido intento, y me acompaña por la agreste vía, y como deidad pía tendrás altares ciento.

Cuando al sol de la tibia primavera el hielo acumulado en las alturas baja un gélido humor a las llanuras y las tierras el céfiro aligera, se entregue sin tardanza el ágil labrador a la labranza, que tocando a su puerta la alegre primavera lo despierta. El suelto buey acuda ante el yugo a postrar su frente ruda, y la reja discurra por los campos botando chispas y fugaces lampos. Frutos la tierra te dará con creces si el frío y el calor sintió dos veces, si de un doble verano y doble invierno fue estremecida por el roce alterno.

Mas, antes de labrar un nuevo suelo, de la localidad los vientos varios estudia, y las tendencias de su cielo; y los tradicionales cuidados que hizo el uso necesarios. Busca en cada terreno las señales que te indiquen sus gustos especiales: Uno de espigas túrgidas se viste, otro a hospedar la viña se resiste; este con varios frutos se recama, aquel se cubre de espontánea grama. Providencia benigna a cada tribu asigna un producto especial con mano sabia: su oloroso azafrán Cilicia envía, la India su marfil, su incienso Arabia; forja el acero el Cálibe desnudo, da el Ponto su castor, y Epiro cría los generosos rápidos corceles a quienes en Elida nadie pudo la palma disputar y los laureles.

Leyes particulares naturaleza impuso a los lugares, sin que nada su eterno curso estorbe, desde que Deucalión repobló el orbe con los guijarros que arrojó su mano de do el duro nació linaje humano.

A la obra, pues, y si te cupo en suerte domeñar tierra fuerte de la estación propicia en el instante la vigorosa yunta la quebrante, y a lo largo del surco los terrones dispuestos en montones serán en polvo convertidos luego del sol de estío al penetrante fuego.

O si fecunda tierra te tocare, al punto mismo en que el Arcturo asome, tu mano la pesada esteva tome y a flor de tierra el suelo ingrato are, así se extirpa allá la mala yerba, y acá la tierra su humedad conserva.

Publio Virgilio Marón.

Poeta romano (año 70 aC.- 19 aC.)

Fragmento de "Geórgicas".

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