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Sábado 20 de abril de 2019

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Revista Tu Espacio

Así es la Alta Tierra de los Urus

El otoño de Sebastián Pagador

20 abr 2019

Por: Dehymar Antezana - Periodista LA PATRIA

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Hay una brisa fría en el ambiente, es de aquellos besos de la muerte que congelan el alma, pero en la realidad es simplemente un pequeño viento de otoño. Trae consigo muchas sorpresas, de esas inolvidables que las podemos percibir en algún lugar de la ciudad, en este caso, la Plaza Sebastián Pagador de la ciudad de Oruro.

Como el cerebro está congelado y apenas las neuronas se ponen de manifiesto, hoy nos olvidaremos, a propósito, de hablar de historia, y simplemente nos daremos el lujo, de caminar por aquel apacible lugar.

La hora, muy temprano, donde la humanidad prácticamente asimila un nuevo día, por ello es vital, aprovechar la paz reinante.

Aquella brisa que se convierte en cómplice del viento otoñal, origina que las hojas secas, esas que cumplieron con su misión, no solo de alegrarnos con su verdor, durante la primavera y el verano; no solo de darnos cobijo en esos días de calor; no solo de cumplir con la ley de la vida, aspirando el monóxido de carbono para transformarlo en aire puro; no solo en mostrarnos que con su sencillez, se es muy útil en el Planeta Tierra, ahora tengan un destino sin remedio, una muerte, lenta y silenciosa.

Aquella brisa que se convierte en cómplice del viento otoñal, origina que las hojas secas, esas que cumplieron con su misión, no solo de alegrarnos con su verdor, durante la primavera y el verano; no solo de darnos cobijo en esos días de calor; no solo de cumplir con la ley de la vida, aspirando el monóxido de carbono para transformarlo en aire puro; no solo en mostrarnos que con su sencillez, se es muy útil en el Planeta Tierra, ahora tengan un destino sin remedio, una muerte, lenta y silenciosa.

Es así que ese viento, se las recogerá como plumas de aves que vuelan luego de salir del cuerpo. Llegarán insólitamente al suelo y perecerán ante la vista de los mortales, que sin remedio alguno, las pisarán hasta volverlas polvo. Es así su destino.

Pero en el lugar, no solo las hojas o los árboles, por ahora "desnutridos", serán los protagonistas de la escena, sino también aquellas aguas mansas que por vez primera descansarán del ruido que producen al bailar con esa música estridente y de poco gusto.

En fin, un paseo otoñal por aquella plaza, que en determinados momento se convierte en un búnker que solo refleja, la ignorancia del caminante, la vaciedad del habitante que pese al lugar natural, muchas veces le sonría, será siempre descuidado o destruido.

La Plaza Sebastián Pagador, un ícono de la ciudad, es más maravillosa cuando los mortales se han ido.

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