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Sábado 13 de abril de 2019

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Revista Tu Espacio

El niño sin nombre

13 abr 2019

Fuente: Lic. Tatiana Mónica Siles Toro - Exclusivo para Tu espacio

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Estaba sentado al borde de la acera a las nueve de la noche sobre un pequeño bulto envuelto en un aguayo. No había nadie a su lado y su carita triste miraba con desesperanza. Una hora después, seguía solo, nadie pensaba si él tenía frío, hambre o sueño. Aparentemente, alguien había olvidado a este angelito. Parecía tener solo dos años, y no ser amado, no tener el pecho cálido de una madre o el abrazo protector de un padre.

Cuando finalmente las autoridades llegaron a recogerlo, la niebla se apoderó de la aún débil, y diminuta ilusión de que los padres vendrían por la criatura.

En este instante, mis palabras se diluyen en un poco de sal: Punza el corazón la voz de la impotencia al constatar que el pequeño no fue buscado en las siguientes horas ni días. Corroe la certeza de que quizás su tierno cuerpecito no sea abrazado con el amor de quien lo trajo al mundo, nadie enjugará su llanto con paciencia, ni le enseñará a decir mamá.

En este instante, mis palabras se diluyen en un poco de sal: Punza el corazón la voz de la impotencia al constatar que el pequeño no fue buscado en las siguientes horas ni días. Corroe la certeza de que quizás su tierno cuerpecito no sea abrazado con el amor de quien lo trajo al mundo, nadie enjugará su llanto con paciencia, ni le enseñará a decir mamá.

Con el deseo de creer que este es un hecho aislado, único en su género, horrorizada investigo y encuentro las cifras del terror y de la desesperanza, en Bolivia tenemos más de 20.000 niños y adolescentes en situación de abandono y calle. Los más afortunados superarán los burocráticos procesos de adopción, tal vez luego de algunos años de interminable espera, sean acogidos por una familia; los demás, quizás concluyan una vida solos o en una institución que los acoja, pero es indudable que el vacío, difícilmente podrá ser llenado.

Una sociedad puede calificarse por la forma en que trata a los más débiles, también a los niños sin nombre. Cuidemos nuestro tesoro, si anhelamos la certeza de un mañana mejor.

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