En la década de los años 70 al 80 nuestra historia registró varios golpes de Estado, posiblemente los más duros y sangrientos, sin olvidar por supuesto los producidos años antes y que también sacudieron la conciencia ciudadana por los graves daños inflingidos en perjuicio de la familia boliviana.
De aquellos hechos quedan recuerdos dolorosos pero sólo algunos pocos de los culpables pagando los desaciertos por vulnerar los derechos ciudadanos y romper la unidad de muchos hogares, cuyos jefes de familia, hijos y en algunos casos esposas, sufrieron el rigor de las asonadas políticas.
Demás está decirlo, pero en esos actos al margen de las leyes y por encima de la democracia siempre existió una fuerza política que propició el cambio de mando y la mejor manera de hacerlo fue penetrando a las Fuerzas Armadas de la Nación para utilizar su fuerza y consolidar la instalación de un nuevo proceso.
Tampoco puede desconocerse que en la mayoría de los casos intervinieron fuerzas de la denominada derecha, aunque no se olvida que en algún momento de la historia también una fuerza de izquierda alteró la democracia y se instaló en el Palacio de Gobierno.
Alianzas de fuerzas afines fueron las que impulsaron los golpes de estado pero como ingrediente de estos procesos entre otros del continente no faltó el apoyo claramente identificado financiado por poderosos intereses externos y entre los “receptores” de ese apoyo, se cuentan a grupos políticos antagonistas en sus ideologías, pero amigablemente útiles a los fines de poderosas fuerzas externas que absorbieron fácilmente a los poco leales políticos criollos.
En la actualidad a treinta años del golpe que causó estragos en la nacionalidad todavía se lamenta la pérdida de líderes natos de la revolución boliviana y cuyos restos mortales tampoco han sido rescatados, pese al compromiso del actual mandatario de “abrir los secretos de las FF.AA.”.
No pasó nada, las interrogantes persisten, la situación es similar a procesos pasados, aunque en el presente hay una característica de mayores discursos, aunque con cierta dosis de confusionismo cuando se defiende a las FF.AA como institución tutelar por su participación golpista, señalando que “los militares comandaron golpes de estado por decisiones políticas”, evidente, tampoco los soldados pueden tener culpa en su accionar golpista, estos recibieron órdenes y las cumplieron.
Culpables hay muchos en función de los “golpes de Estado”, hay recuerdos imborrables de periodos entre ilegales y respaldados en democracia, lo lamentable es que se buscaron figuras “revolucionarias” para justificar los hechos que se convirtieron en un doble sexenio, otro que alteró las libertades ciudadanas a nombre de una izquierda revolucionaria que también fue “golpeada”.
Nuestra historia tiene muchos hechos registrados, sólo algunos son recordados con relieve por sus consecuencias, la mayoría ha olvidado a los grandes protagonistas de las verdaderas jornadas por evitar que el país caiga en manos de extremistas, de uno u otro lado, sabiendo que las intenciones políticas siempre fueron las de buscar hegemonía y poder, sin importar quién esté por detrás, es la historia irrebatible y su enseñanza práctica.
Lo que importa son los valerosos bolivianos -muchos anónimos- que lucharon y aún defienden la democracia vigente como símbolo de libertad y justicia.
Fuente: LA PATRIA
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