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Domingo 07 de abril de 2019

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Cultural El Duende

El encuentro o el ansia de realidad

07 abr 2019

Cuatro cuentos breves del escritor columnista, narrador y novelista cochabambino José Edmundo Paz-Soldán Ávila (1967)

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DOLORES

El jueves es el único día de la semana en el que mi papá me permite ver televisión hasta tarde, porque sabe que las historias de terror me fascinan y las presentadas por Hitchcock son mis favoritas.

Sentados en el sofá, él en pijamas y yo en camisón, suspendemos por una hora el diálogo y nos dedicamos a cosas diferentes, yo a regocijarme con los vericuetos del terror en la pantalla.

Cuando termina el programa hacemos los comentarios de rigor y después el simulacro de despedida; simulacro, porque todas las noches del jueves, sin que haya pasado más de diez minutos en mi cama, él aparece y, tímidamente, me pregunta si puede dormir conmigo y yo, por supuesto, acepto.

Cuando lo abrazo puedo sentir el temblor de su cuerpo, el miedo que se niega a abandonarlo y que le impide dormir solo en su habitación después de una historia de Hitchcock.

?l oprime con fuerza su cuerpo contra el mío y no tardamos en dormirnos. Es tan hermoso, en la mañana, despertarme antes que él y sentir su calidez y nuestras piernas entrelazadas y escuchar su respiración ronca, arrítmica, y verlo sumido en el sueño con tanta maestría.

Tengo catorce años pero ya he oído de padres pervertidos, de hijas pervertidas. También ya he leído "Lolita". Pero en mí no existen dudas: lo mío y lo de él es algo al margen, una cápsula de sublime pureza en un mundo corrupto, un magnífico momento deshabitado de malicia.

Tengo catorce años pero ya he oído de padres pervertidos, de hijas pervertidas. También ya he leído "Lolita". Pero en mí no existen dudas: lo mío y lo de él es algo al margen, una cápsula de sublime pureza en un mundo corrupto, un magnífico momento deshabitado de malicia.

Y entonces lo acaricio hasta saberlo despierto pese a sus ojos cerrados, y cierro los ojos y siento una mano que se arrastra y encuentra, unos labios que se arrastran y encuentran, y mantengo los ojos cerrados y siento un cuerpo que busca y encuentra, busca y encuentra, busca y encuentra, busca y encuentra.

UNA DIVERSA VERSI?N

El gobierno de Bolivia, como parte de su prometida reforma educativa, llamó a concurso para la provisión de un nuevo texto oficial de historia para uso de colegios, universidades, la Cancillería, público en general.

Se presentaron veintitrés obras, de las cuales el comité seleccionador, compuesto por el ministro de Educación y destacados intelectuales e historiadores, eligió la realizada por Arturo Mercer, destacando sus "atrevidos, originales postulados y su innovador estilo, en el que se pueden rastrear huellas de Borges y García Márquez".

Al ser interrogado acerca del porqué de su voto, el ministro de Educación afirmó que no sabía si la historia de Mercer era la más fiel a la historia de Bolivia, pero que, en todo caso, era, de lejos, la más interesante.

Sin duda, entre los originales postulados se puede citar el hecho de que Bolivia no perdió el mar a consecuencia de la victoria de Chile en la guerra del Pacífico; al contrario, Bolivia ganó la guerra y luego, por conmiseración hacia la pequeñez geográfica y la escasez de recursos en la que se debatían los chilenos, decidió regalarles el mar y con él el salitre, las minas de cobre, un territorio fértil.

La guerra del Chaco, en la que Bolivia fue derrotada por Paraguay, fue una "sutil estratagema para deshacernos de un territorio inservible, carente de riquezas materiales, inútil hasta para los pintores".

Ambas ideas han suscitado controversia y aplausos.

Los que no creen en ellas no han podido, todavía, demostrar su falsedad. Por su parte Mercer, un anciano risueño instalado con orgullo en la grupa de la polémica, dice que los que dudan de la veracidad de su historia pueden consultar las fuentes de la que derivan sus principales postulados: "Una nueva historia para Bolivia", tesis (1939); "El derrumbe de los mitos", ensayos (1956), "Destrucciones", fragmentos de filosofía de la historia (1969). Los tres libros han sido escritos por él.

ANAHEIM, CALIFORNIA

La nueva, polémica atracción de Disneylandia, inaugurada hace tres meses, se ha convertido ya en el eje, la principal fascinación de la diaria, interminable concurrencia.

Se trata de un laberinto gigante que promete perder a todos los que aventuren a entrar por sus pasadizos de un metro de ancho de paredes grisáceas de tres metros de altura en las que se encuentra una profusión de espejos de diversos tamaños, de diversos reflejos, de trampas diversas.

Los osados no son escasos: el promedio alcanza de 1123 por día. Cuarenta y un personas han encontrado la salida en sus 91 días de actividad, 102.152 se hallan todavía perdidas, de las cuales, se conjetura, los muertos son más.

El perfume de frutilla diseminado en derredor del laberinto no alcanza a esconder el olor de la carne en descomposición.

Los pavorosos gritos de los sobrevivientes colaboran en la ambientación del espectáculo. El presidente de la compañía ha anunciado la imposibilidad de rescatarlos: nadie del personal se anima a ingresar al laberinto; por otro lado, clama su inocencia; en el reverso del ticket de entrada existe una frase que indica que la empresa no se hace responsable por ningún objeto perdido en Disneylandia.

Diversos grupos de presión han iniciado una campaña que en su punto más sobresaliente pide el boicot de todo lo que se halle relacionado con Disneylandia. El gobernador de California ha amenazado con revocar el permiso de funcionamiento del parque.

El presidente de los Estados Unidos ha hablado de una posible intervención federal. Mientras tanto, la concurrencia no disminuye, hace interminables filas desde la madrugada, bajo lluvia o sol violento, ansiosa de realidad, de un poco de vida en sus vidas.

KATHIA

Ella me dijo: "No te puedes perder, es la casa blanca en el condominio La Esperanza; tiene dos pisos, ventanas amplias y la verja es de color café". Es cierto, me fue fácil llegar aquí; pero las cuarenta y tres casas del condominio son blancas, de dos pisos y ventanas amplias y verjas de color café. Cuando recuerdo su belleza y el hecho de que estoy enamorado, pienso que podría ir casa por casa preguntando por ella hasta encontrarla. Pero temo descubrir que existen cuarenta y tres Kathias y prefiero mantenerla, única, en mi recuerdo. Además, hubiera advertido de las peculiaridades del condominio. Así que, enciendo el motor y emprendo el regreso a casa, silbando sin armonía una canción de Los Beatles.

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