Domingo 07 de abril de 2019
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Lo más difÃcil es cercarla, conocer su lÃmite allà donde se enlaza con la penumbra al borde de sà misma.
Escogerla entre tantas otras, apartarla de la luz que toda sombra respira sigilosa, peligrosamente.
Empezar entonces a vestirla como distraÃdo, sin moverse demasiado, sin asustarla o disolverla:
Operación inicial donde la nada se agazapa en cada gesto. La ropa interior, el transparente corpiño, las medias que dibujan un ascenso sedoso hacia los muslos.
Todo lo consentirá en su momentánea ignorancia, como si todavÃa creyera estar jugando con otra sombra, pero bruscamente se inquietará cuando la falda ciña su cintura y sienta los dedos que abotonan la blusa entre los senos, rozando la garganta que se alza hasta perderse en un oscuro surtidor.
Rechazará el gesto de coronarla con la peluca de flotante pelo rubio.
¡Ese halo tembloroso rodeando un rostro inexistente!
Y habrá que apresurarse a dibujar la boca con la brasa del cigarrillo, deslizar sortijas y pulseras para darle esas manos con que resistirá inciertamente mientras los labios apenas nacidos murmuran el plañido inmemorial de quien despierta al mundo.