Lunes 19 de julio de 2010
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Inolvidables amigas orureñas:
Hay algo que gobierna nuestra vida como el timón de un barco: Nuestra lengua.
La lengua nos mete en problemas cuando hablamos más de la cuenta. Lo que criticamos como si fuera una piedra tirada al cielo vuelve a caer sobre nosotros mismos. Las palabras soeces cristalizan en formas inarmónicas que atraen hacia nosotros acontecimientos negativos. Con una palabra podemos herir y hasta matar a alguien.
Y por el contrario, como dicen las sagradas escrituras: una palabra dulce aplaca la ira.
El Maestro Jesús, lo dijo: No es lo que entra por la boca del hombre lo que contamina al hombre sino lo que sale de su boca. Si salen chismes, mentiras, críticas, calumnias, maldiciones, eso le hace más daño al que genera esas maldades que al que las recibe. Por lo tanto, depende de nosotros la calidad de nuestras palabras. Si elegimos abstenernos de chismear, decir la verdad en lugar de mentir, elogiar en lugar de criticar, defender en lugar de calumniar, y bendecir en lugar de maldecir, mejoraremos nuestra propia vida y la del mundo que nos circunda.
Fuente: LA PATRIA