A pocos días del desarreglo estomacal que sufrió el Presidente del Estado Plurinacional, señor Evo Morales, circuló en medios oficialistas la hipótesis de que pudo tratarse de un atentado contra su vida y eminentes ciudadanos afirmaron que tal posibilidad no podía descartarse y que los cocineros y cocineras del Palacio de Gobierno y de la Residencia Presidencial serían investigados hasta dar con la verdad.
Ya recuperado el presidente Evo y yo repuesto del arrebato que sufrí cuando Macacha al borde de una crisis nerviosa me dio la noticia del desarreglo estomacal que sufrió el Primer Mandatario, hoy volvía a sobre saltarme cuando nuevamente ella me comunicó la hipótesis de que algún político opositor hubiera tratado de envenenar a nuestro presidente Evo utilizando a algún cocinero (a) que prepara la comida presidencial.
Mi comadre cochabambina me dijo agarrándome de las solapas: “Debemos ir ahora mismo a consultar sobre el intento de envenenamiento con los yatiris Calimán y Titirico que son amigos nuestros y saben también acerca de pócimas venenosas para deshacerse de rivales amorosos o enemigos políticos.
Montamos en un minibús y nos dirigimos a la ciudad del Alto en medio de cholas, birlochas, mozos, llokallas e imillas bendiciendo a la democracia participativa que nos hizo conocer que uno (a) de los pasajeros sufría desarreglos estomacales en solidaridad con nuestro presidente que felizmente, ya los superó.
Al encontrarnos con los yatiris en su Consultorio de Adivinaciones Políticas y Sentimentales, Macacha les preguntó sobre su conocimiento acerca de envenenamientos fatales en la Historia de Bolivia, respondiendo Calimán que no conocía ninguno, salvo el caso no comprobado de la muerte de un candidato electo a la Presidencia de la República que falleció súbitamente antes de ser posesionado y que el hecho sucedió en el siglo pasado.
Depuro metiche, pregunté al yatiri Titirico si conocía algunos platos indígenas o criollos que podrían llamarse “majares póstumos”, respondiéndome que el más peligroso es el “llokalla Chupe o Chupe-Llokalla” que es invento cochabambino a base de piezas de cordero cocidas en un caldo con locotos enteros, pero que no era mortal sino que te hacía llorar y transpirar por lo que había que ingerirlo teniendo una toalla sobre el hombro derecho.
Macacha siempre pícara preguntó al yatiri si conocía algunos polvitos venenosos que producían la muerte. El yatiri sonrió y dijo que sabía de la existencia de esos polvitos venenosos pero que no se utilizaban aquí en Bolivia aunque fueron famosos en Europa en tiempos de Lucrecia Borgia y sus parientes.
Concluyó nuestra conversación cuando Titirico nos dijo que creía en la inocencia de los cocineros (as) del Palacio y la Residencia presidencial porque esos humildes servidores presidenciales nunca conocieron a ninguno de los Borgia y el envenenamiento no figura entre los delitos que conoce la llamada Justicia Comunitaria la cual seguramente juzgará a la mayoría de los cocineros de quienes hay sospecha.
Este asunto deberá aclararse pronto para tranquilidad del presidente Evo, mi comadre Macacha y del pueblo en general.
PAULOVICH
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