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Lunes 25 de marzo de 2019

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Lunes 25 de marzo de 2019
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Editorial y opiniones

Una gota de agua

25 mar 2019

Norka Rocha Orosco

Nací en el seno de mi madre, una gran ola marítima, crecí, fui fortaleciéndome día a día, aprendí a reír, a vivir mil travesuras, mi vida, transcurría tranquila, hasta que en algunas oportunidades, todo se convulsionaba y podíamos vernos atrapadas en grandes olas, que formaban los fatídicos maremotos, entonces todas nosotras (con mis hermanas, las otras gotas de agua) nos tomábamos de las manos y juntas adquiríamos fuerza impresionante, los hombres nos tenían miedo, temblaban ante la fuerza impetuosa que puede adquirir el mar, gocé y jugué con los playistas que dicharacheros corren de aquí para allá, junto a un balón, me sumergí con ellos y gocé cada una de sus travesuras, en noches tranquilas pude ver escenas muy románticas en las que las parejas se juraban amor eterno, luego vi partir enamorados, que nunca volvían a encontrarse, yo contemplé la triste carita de novias abandonadas por marineros que después de haberles jurado que nunca las abandonarían, jamás volvieron a buscarlas, vi barcos, estos eran monstruos construidos en madera y fierro, que recorrían altivos entre nosotros, llevándose a nuestras hermanas.

Nací en el seno de mi madre, una gran ola marítima, crecí, fui fortaleciéndome día a día, aprendí a reír, a vivir mil travesuras, mi vida, transcurría tranquila, hasta que en algunas oportunidades, todo se convulsionaba y podíamos vernos atrapadas en grandes olas, que formaban los fatídicos maremotos, entonces todas nosotras (con mis hermanas, las otras gotas de agua) nos tomábamos de las manos y juntas adquiríamos fuerza impresionante, los hombres nos tenían miedo, temblaban ante la fuerza impetuosa que puede adquirir el mar, gocé y jugué con los playistas que dicharacheros corren de aquí para allá, junto a un balón, me sumergí con ellos y gocé cada una de sus travesuras, en noches tranquilas pude ver escenas muy románticas en las que las parejas se juraban amor eterno, luego vi partir enamorados, que nunca volvían a encontrarse, yo contemplé la triste carita de novias abandonadas por marineros que después de haberles jurado que nunca las abandonarían, jamás volvieron a buscarlas, vi barcos, estos eran monstruos construidos en madera y fierro, que recorrían altivos entre nosotros, llevándose a nuestras hermanas.

También alguna noche, desoyendo los consejos de mi madre, salí junto a mis hermanas, para ver a las sirenas, extraños seres que habitan en el mar y que aprovechando la fragilidad de los hombres, les llaman cantándoles dulces canciones de amor, que los enloquecen de amor.

Hasta que un día me vi envuelta en una gran ola, que nunca entendí por qué razón adquirió tal fuerza y se encrespó bravía, lanzándonos lejos, muy lejos, corrí, salté, grité para que mis hermanas me esperaran y así volver juntas, como siempre habíamos vivido en el seno de nuestra madre, la gran ola, pero vanos fueron mis intentos, tan lejos había caído, que no pude reencontrarme con mis hermanas, lloré mucho, había quedado sola, empecé un largo y penoso recorrido, fui por rocosas montañas, allí me encontré con mis hermanas mayores, de quienes siempre había oído hablar, aquellas que viven eternamente heladas, en la corona de los cerros nevados, que incólumes, permanecían año tras año, conservando su juventud eterna, rodé, jocosa y juguetona por entre las rocas, uniéndome en determinados momentos entre los filones argentos de aquel metal que tanto deslumbró a los conquistadores (eso lo había escuchado muchas veces y me gustaba repetirlo), también pude unirme a otras gotas y correr por verdes campos, donde crece verde vegetación, que posteriormente se transforma en alimento cotidiano de todos los seres humanos y también de hermosos animales a los que podía contemplar.

A veces sin que se dieran cuenta, pude calmar la sed de hombres y mujeres que retornaban agotados, después de una dura jornada de trabajo y también aliviar el dolor de una herida, a aquellos que habían retornado de la guerra, sangrando y con heridas lacerantes, que bueno poder ser útil en esos momentos o sentir el alivio que experimentaban aquellos jóvenes, después de una larga noche de festivos afanes, cuando al sentir nuestro contacto entre sus labios, calmaban, no sólo la sed del cuerpo, si no también aquella que se produce en el alma.

También calmé el llanto convulsivo de aquellos seres, que han perdido a otros o experimentan grandes pérdidas materiales. Pero la más hermosa sensación que pude experimentar, fue la de encontrarme en manos de los niños, los cuales traviesos y juguetones, me recordaban los días que yo había vivido, junto a mi madre, cuando ante alguna travesura, ella, me tomaba de la mano, para sumergirme en el mar y lavarme la carita, hoy mi tarea, también era esa, rozar la carita tersa de los niños, para lavarles y quitarles todas las marcas de los juegos, helados, golosinas, chocolates y así ver que nuevamente se tornaban sonrosadas, que alegría, la que pude sentir.

Pero un día encontré un rio, que brioso, corría, cuyo cause estaba predeterminado, él sabía cuál era su destino y deseaba fervientemente llegar al mar, me uní alegre, intuí el final, !cuanta alegría sentiría mi madre al volver a verme!, saber que yo había sido útil, que todo lo que ella siempre me había hablado, lo había aprendido y no sólo eso, sino que también lo había practicado, que ilusión la que experimentaba, el río seguía su rumbo impetuoso, cada vez más bravo, a su paso escuchaba la protesta de varios pueblos que se unían en coro y decían el mar es de todos, usarlo es un derecho de los pueblos y nadie puede privar a un hermano de ese derecho.

A esas voces también me sumé, me parecía injusto que un pueblo estuviera privado de aquello, entonces hable con mis hermanas las otras gotas y también con las hermanas de mi madre, las otras olas, todas decidieron juntar sus voces y gritando, avanzábamos impetuosas hacia aquel país vecino, que no quería reconocer un derecho de los pueblos y decidimos que si un pueblo caprichoso, no es capaz de oír el clamor de su hermano, nosotras poseídas por la gran fuerza de los elementos, si podíamos llegar hasta ellos.

Para tus amigos: