Más difícil que llegar a la luna

Mientras los paceños estemos celebrando el ducentésimo décimo primer aniversario de la gesta libertaria de Murillo, este próximo 16 de julio, los ciudadanos del resto del planeta, estarán recordando las Bodas de Oro, del lanzamiento del Apolo XI y su aventura para la primera visita del hombre a la luna.

El 12 de septiembre de 1962, el entonces presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy, daba un discurso importantísimo en las instalaciones de la Universidad Rice, que provocaría un drástico cambio en la balanza tecnológica de la Guerra Fría.

Gracias sobre todo a éxitos de espionaje y un impulso económico fuertísimo que el Kremlin le dio a la carrera espacial de la URSS, los soviéticos se anotaron tres éxitos fundamentales que los pusieron a la cabeza de esta interesante y novedosa competencia.

La puesta en órbita del Sputnik 1, el 4 de octubre de 1957, marcó el inicio de sus éxitos espaciales. Le siguió el Sputnik 2, esta vez, con un ser vivo incluido, la legendaria perra Laika y aunque experimentaron su primer fracaso con el Spitnik 3, el orbitaje de Yuri Gagarin, a bordo de Vostok 1, el 12 de abril de 1961, le puso el cherry a esa enorme torta estratosférica.

Los Estados Unidos con el ojo en tinta y sin nada similar a mano, decidieron apostar en grande y dejar la órbita terrestre para las ligas menores. Con el deseo de ponerse de nuevo a la vanguardia y de paso ser inalcanzables, pusieron los ojos fuera de la atmósfera y los apuntaron al satélite terrestre, la Luna.

"No vamos a ir a la Luna porque sea fácil, sino porque es difícil, y antes de que termine la década, los Estados Unidos, serán capaces de llevar al hombre hasta la Luna y traerlo de vuelta con vida", dijo Kennedy ante los universitarios y dejó al mundo con la boca abierta llena de incredulidad.

Ocho años después, durante la presidencia de Nixon (gran parte de los créditos son para Lyndon Johnson, por su enorme apuesta y apoyo al proyecto espacial), el 16 de julio de 1969, a la una y media de la tarde, el Apolo 11 dejaba la plataforma del Complejo de Cabo Kennedy, para poder alunizar 4 días después a las 20:17.

El líder de la misión Neil Armstrong, dijo la célebre frase del pequeño paso del hombre y un gran salto para la humanidad, cuando depositaba su enorme bota, al sur del Mar de la Tranquilidad. Lo seguiría Edwin Aldrin y en el módulo espacial, los esperaba Michael Collins, los tres héroes americanos que hicieron la epopeya y que dejaron una barda tan alta, que jamás pudo ser superada por los rusos y fueron recién los chinos el año pasado, 49 años después de la epopeya, quienes volvieron a alunizar, aunque para estos el reconocimiento radica, en que lo hicieron, en la cara oculta del satélite, aquella que los vulgares mortales nunca vamos a ver.

Centenas de conjeturas se armaron alrededor de esta proeza, desde afirmar que todo fue simplemente una maniobra de propaganda política y que todo lo que se vio en vivo y directo, era simplemente una película de Stanley Kubrick, hasta la condena universal del loteamiento que quieren hacer los americanos con la superficie selenita.

Lo cierto de todo esto es que, para bien o para mal, la decisión de un presidente visionario, puso a un conjunto de ingenieros a trabajar sin descanso, hasta lograr en base a ciencia e ingenio, lo que parecía humanamente imposible y que resultó en la prueba de que, cuando el hombre de traza una meta y esta es noble, su ambición difícilmente conoce los límites.

Hacen ocho años atrás, el Presidente Evo Morales, en una muestra que daba a entender, también una proyección visionaria, decidió que los ahorros de los bolivianos para sus jubilaciones, dejen de estar administrados por los fondos de pensiones como sucede en la actualidad (con cierta eficiencia) y pasen (de nuevo) a manos del Estado, para que sea este el único amo y señor de las reservas individuales de cada uno de nosotros.

Cuando uno recuerda lo que sucedió con las cajas complementarias, don Dante Escóbar Plata y los innumerables fraudes que acontecieron con los dineros de los rentistas, a cualquiera se le pone la piel de gallina, pensando en la lista de arbitrariedades a las que pueden estar destinados los ahorros de los jubilados, sin son los funcionarios públicos sus nuevos administradores.

No es la regla universal, existen sus respetables excepciones, pero por definición y gran generalidad, el Estado es de por sí, muy mal administrador y sus empleados, son tremendamente proclives a caer en la tentación de la corrupción, sin contar que sus medidas y normas de control son tan laxas, que, por ejemplo, un simple administrador de agencia le vació al banco estatal, millones de dólares.

Todo ello obedece simplemente a una innata susceptibilidad y lo que pudiera o no acontecer con la plata de los jubilados es mera especulación mientras esta migración de administradores no se concrete, pero lo que sí me deja realmente admirado y preocupado, es que, en los últimos ocho años, en tiempos en los que la tecnología nos gobierna y existen supercomputadoras con inteligencia artificial que caben en un reloj de pulsera, los encargados del software de esta nueva administradora, no pudieran hasta ahora hacer un programa capaz de migrar debidamente los datos y encima necesiten de por lo menos dos años más.

Para alguien como yo, familiarizado con la administración de bases de datos y la programación, esta situación es más que alarmante y muy preocupante, puesto que, si fuera verdad, significa que, desde ya, para su elaboración contrataron a una pésima empresa y si esa no fuera la real razón, sino que hay algo mas oculto, tejiéndose por debajo, la preocupación aumenta al doble, al punto de averiguar, cómo hacer para irse a vivir a la luna.

Quiero aprovechar esta oportunidad para felicitar al Periódico LA PATRIA en su centenario y a su Directora, la Licenciada Ximena Miralles, a quien le debo el honor de poder escribir esta columna semanal. A toda la familia Miralles Iporre que siguen acertadamente los pasos de los fundadores, al Directorio, a los periodistas y funcionarios y a los lectores del decano orureño, mil felicidades y que vengan cien años más.

(*) Paceño, stronguista y liberal