Brexit: retahíla de equívocos

La Unión Europea que, con denodados esfuerzos, de diálogo y de atenuación de diferentes posiciones políticas y reivindicaciones económicas de muchos de sus miembros en la fase de constitución, consigue, para plácemes de la humanidad, mantenerse como un ejemplo de solidaridad y trabajo mancomunado en pos de lograr el máximo desarrollo humano para los habitantes de los diferentes países miembros y ¡cuánto esfuerzo costó ese logro!, pues se necesitaba un contrapeso para definir como interlocutor potente, en divergencias con las potencias tradicionales que no son esencialmente ecuánimes, además por el hecho fundamental que una Comunidad Europea fuerte es una garantía para la paz mundial.

A raíz del incontestable equívoco del anterior primer ministro inglés David Cameron que, presionado por círculos pudientes ingleses, populistas y diferentes instancias, convoca sin necesidad a un referéndum para decidir la permanencia de Inglaterra en la Unión Europea, cuando todo se tornaba hacia un camino de la consolidación. Estoy seguro que el precitado primer ministro no debe conciliar el sueño por decidir sin la suficiente meditación y por haber trasladado un monumental problema de existencia y seguridad a la población inglesa.

Loa ingleses deben añorar al formidable y único Winston Churchill que, para recuperar y salvar de la muerte a su ejército de 400.000 hombres bloqueado por los alemanes en Dunquerque, forma la flota más grande de veleros particulares y los salva.

El Brexit o la separación voluntaria de Inglaterra de esa paradigmática comunidad, única en el mundo que reúne a los países más adelantados económica y sobre todo culturalmente, significa dejar de actuar como bloque monolítico para mejorar, implementar y promulgar los derechos y aspiraciones del vivir bien de las naciones que la componen. Cómo quisiéramos los sudamericanos llegar a los límites de consolidación y funcionamiento de la Unión Europea.

El Brexit fue una actitud que corresponde inequívocamente al comportamiento tradicional e histórico que marca la impronta de los ingleses; cuando este indómito país se involucraba en tratados, convenios, asociaciones o todo tipo de compromiso, por desmarcarse súbitamente, perdía el dominio de sus colonias y su intervencionismo en diferentes partes de orbe fue notoria pero no siempre con diáfana lealtad.

Asume una idiosincrasia que no admite obedecer las determinaciones o prescripciones de otros, como sucede en una comunidad; hubiese sido muy diferente y hoy no estaríamos escribiendo sobre el Brexit si Inglaterra hubiese ostentado el mando y control total de la comunidad europea y no se hubiese generado este terrible traspié para su futuro y sus ciudadanos, terminando así esta sucesión de frases en tiempo subjuntivo.

Cuando los pueblos y sobre todo sus autoridades que los representan no asimilan con inteligibilidad profunda la realidad sucede lo inevitable: se vive de la nostalgia de la grandeza pasada y de los títulos estrambóticos como imperio, Real Marina inglesa, la invencible y más poderosa del mundo.

Hoy conocemos que Inglaterra no es siquiera el tercer país de mayor importancia en Europa; ha sido superado por varios países en población activa y ya no dispone del control del movimiento bursátil.

Naturalmente es un país admirable por su agitada historia de grandes aciertos y yerros, empero, como opinión del columnista, el continuar con los efluvios de grandeza no es la mejor postura, pues es lo contrario para lograr fortalecer su economía, mejorar su posición europea y mundial si no continua como miembro de la Unión Europea, pues allí reside la acción mancomunada de comprobados y experimentados políticos, juristas, economistas, sociólogos, planificadores y defensores de la democracia, así como la protección armada a través de la NATO.

(*)Es abogado, posgrados en Ciencia Política y Filosofía, Alta Gerencia para abogados, Conciliación y Arbitraje, Interculturalidad y Educación Superior, Derecho Aeronáutico, doctor honoris causa (IWA-Cambridge University, USA).