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EL JUEGO DE AJEDREZ
Encendió la computadora para jugar la consabida partida de ajedrez con el contrincante electrónico. Percibió un pequeño guiño en la pantalla. Se acomodó y vio cómo, en el tablero virtual, aparecÃa su rostro en cada una de las piezas alineadas en frente de las fichas negras.
Sonrió divertido porque su imaginación le hacÃa una jugarreta. Estaba de buen humor, pues, el negocio largamente perseguido finalmente se habÃa concretado. Con el dinero ganado, ahora sà le harÃa un jaque mate a los años de frustración que tanto lo habÃan agobiado.
Apretó una tecla para mover el alfil con el que, esta vez, comenzaba el ataque. De pronto, una mano poderosa lo tomó por la garganta. Se sintió suspendido en la nada, mientras el rey lo devoraba al resplandor de la jugada.
Lo buscaron con el cheque, en el cual estaba escrita una gruesa suma de dinero. Y nada.
Los policÃas revolvieron la casa sin hallar rastro del dueño ni nada sospechoso. Vieron que en la computadora titilaba el tablero de ajedrez, donde faltaba un alfil, y el aparato pedÃa la siguiente jugada. Lo apagaron.
Los policÃas revolvieron la casa sin hallar rastro del dueño ni nada sospechoso. Vieron que en la computadora titilaba el tablero de ajedrez, donde faltaba un alfil, y el aparato pedÃa la siguiente jugada. Lo apagaron.
La palabra me desgarra el alma y me hace sangrar por dentro. ¿Alguna vez has sentido el sabor de la sangre en la boca y el miedo revoloteando en la barriga? Me angustio. En seguida viene el pinchazo de la jeringa que mete lÃquido en mi vena y me arrebata la conciencia.
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