Cada periodo de la historia tiene sus tipos de sociedades. Y el siglo XXI ha planteado a las colectividades humanas una especie de descentralización en muchos sentidos, si es que estas sociedades pretenden mantenerse en el tiempo como cuerpos polÃticamente exitosos.
En sociedades altamente complejas como la boliviana (sin significar esta complejidad anulación del espÃritu de la nacionalidad), la soberanÃa popular debe encontrar el camino de aplicación realista en la intervención efectiva de un conjunto de miembros que asisten, participan y deciden en conjunto. La historia, aun teniendo los ejemplos progresistas del parlamentarismo británico y la ciudadanÃa de la Revolución francesa, siempre ha sido ingrata con la democracia, y es que la toma de decisiones ha estado invariablemente subyugada a la lógica corporativista. Si en la Edad Media eran los clanes, las cortes y los prelados; si en los siglos XVIII y XIX fueron la burguesÃa y las logias, en el siglo XX fueron las federaciones y los sindicatos, que coparon la fuerza decisoria en una cámara inaccesible para aquella persona que aportaba a la edificación de su paÃs, pero desde una posición equidistante y poco visible. Esto es, en sÃntesis y si hablamos con Habermas, elitismo democrático.
En sociedades altamente complejas como la boliviana (sin significar esta complejidad anulación del espÃritu de la nacionalidad), la soberanÃa popular debe encontrar el camino de aplicación realista en la intervención efectiva de un conjunto de miembros que asisten, participan y deciden en conjunto. La historia, aun teniendo los ejemplos progresistas del parlamentarismo británico y la ciudadanÃa de la Revolución francesa, siempre ha sido ingrata con la democracia, y es que la toma de decisiones ha estado invariablemente subyugada a la lógica corporativista. Si en la Edad Media eran los clanes, las cortes y los prelados; si en los siglos XVIII y XIX fueron la burguesÃa y las logias, en el siglo XX fueron las federaciones y los sindicatos, que coparon la fuerza decisoria en una cámara inaccesible para aquella persona que aportaba a la edificación de su paÃs, pero desde una posición equidistante y poco visible. Esto es, en sÃntesis y si hablamos con Habermas, elitismo democrático.
Bajo tales circunstancias, la ampliación de la posibilidad de la toma de decisiones públicas para entes particulares y la descentralización de la publicidad polÃtica, se han ido haciendo con los años menesteres inaplazables, y aunque esto conduzca a una intensificación del pluralismo social y de necesidades, y por ende a una complicación social general, la necesidad se ha ido haciendo un imperativo.
¿Pero cómo lograr este fin? El esfuerzo no debe partir tanto de los ciudadanos que pretendan ejercer la polÃtica, cuanto del gobierno que escuche a la ciudadanÃa. El ciudadano ya está, pues, en la capacidad de levantar su voz para hacerse escuchar. El reto está en que los gobiernos asuman una nueva psicologÃa polÃtica que les permita tomar en cuenta a la ciudadanÃa en general como un actor polÃtico de demandas y propuestas que contribuyan a la edificación de una sociedad con mayores posibilidades de realización en todo sentido.
Ã?sta es la única forma de canalizar y efectivizar las fuerzas que se están midiendo en el espectro polÃtico general de las sociedades polÃticas de nuestros dÃas.
(*) Es licenciado en Ciencias PolÃticas
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