La idea puede entrar en la exagerada anticipación de prever un evento que está a punto de concluir. Sin embargo para profesionales planificadores y estudiosos de ciertos fenómenos sociales, de repetición anual, no hay mejor cosa que comenzar el trabajo de planificación del nuevo, inmediatamente que termina otro y aprovechar el balance del mismo para rescatar los buenos resultados y analizar los malos, para replantearlos convenientemente.
Asà que no es novedad, ni exageración la sugerencia de empezar a trabajar en el Carnaval de 2020, tomando en cuenta que tal posición es repetitiva casi todos los años por parte de algunas autoridades y dirigentes de instituciones afines al importante hecho. Lo malo es que más allá de los anuncios y hasta ciertas promesas de actividad, el propósito se diluye entre comentarios, quejas y hasta ciertas denuncias de lo que se produjo en el último evento.
Claro está que este trabajo anticipado debe encarar el tratamiento financiero del evento, un aspecto fundamental que sin pensar en un factor mercantilista, debe ser seriamente analizado pues se trata de un "hecho de imponente factura, que requiere de fuerte inversión para lograr adecuada recuperación", es la idea de entendidos en la materia económica, reconociendo además que se trata de un proceso socio cultural y devocional, que funciona con el capital más importante que constituye la entrega voluntaria de miles de devotos, añadiendo esfuerzo fÃsico y voluntad colectiva para demostrar la valÃa de su arraigada celebración.
Cuando se trata el asunto en niveles de orden general, y sin motivo de queja, pero dando valor real a los hechos, de manera general el orureño, anfitrión en su tierra y con su Carnaval, es responsable de una fuerte inversión, resultado�sin ninguna retribución que no sea fe y devoción.
Este fenómeno socio cultural, religioso y tradicional, mueve una serie de negocios afines a su realización, lo que significa miles de dólares en circulación, cuyo destino parece esfumarse en beneficio de una larga lista de "prestadores" de servicios, y en ningún caso en beneficio de Oruro. El carnaval como en otras latitudes se considera una motivación turÃstica, lamentablemente en nuestro caso, sólo se trata de una elemental promoción.
El Carnaval de Oruro, necesita de fuerte inversión para mejorar su escenario natural, hay un proyecto para crear el "diablodromo", espacio para demostración de los conjuntos, pero además la construcción de un complejo cultural, museo, salas de conferencias y todos los servicios conexos a brindar comodidad y seguridad a miles de visitantes. Por lo mismo hay que pensar en un carnaval productivo, sin que pierda su originalidad. Hay que empezar a trabajar en ese sentido, cuanto antes mejor.
Fuente: LA PATRIA
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