Culminado el sínodo para el tratamiento exclusivo de los abusos sexuales consumados por sacerdotes pederastas, la sensación y el criterio inequívocos, sin apasionamientos, afectos o desafectos, se inclinaron al sentimiento desagradable de la decepción por los resultados o conclusiones tenues, incompletas, no precisas en el tiempo y confusas, que no se esperaban pues existía esperanza de drasticidad frente a un delito execrable que no es merecedor de tolerancia ni de piedad.
Se han destrozado de por vida a miles de espíritus que nacieron con la esperanza legítima de estructurar una vida con inherencia a las virtudes, la solidaridad, un hogar estable, participación del desarrollo humano y el progreso intelectual.
No se trataron sin eufemismos las urgentes reformas que deberían emprenderse inmediatamente en la iglesia:
La abolición del celibato fue tratada tangencialmente, en correspondencia a muchas voces de los propios prelados afirmando que el celibato no es causa mayor para ser proclive a los abusos sexuales, empero, la opinión de la colectividad mundial asume que es una antonimia osar argumentar a favor del celibato cuando su torrencial potencia natural en nuestra calidad de seres humanos imperfectos es incontestable.
La abolición del celibato fue tratada tangencialmente, en correspondencia a muchas voces de los propios prelados afirmando que el celibato no es causa mayor para ser proclive a los abusos sexuales, empero, la opinión de la colectividad mundial asume que es una antonimia osar argumentar a favor del celibato cuando su torrencial potencia natural en nuestra calidad de seres humanos imperfectos es incontestable.
Debe reformarse el Derecho Canónico que articula las sanciones para casos graves de indisciplina de los miembros de la iglesia; sus sanciones son una evidente traslación de los transgresores a un benevolente exilio y, peor, forzar a la colectividad al olvido del delito sin castigo por los códigos de la sociedad civil, y beneficiándose de la prescripción.
Esto último es una tarea inmediata de los legisladores diligentes de Bolivia y el mundo, para proteger a los niños y mujeres e introducir en los códigos que la pedofilia y abusos sexuales no contemplarán prescripción.
Se trató la indigna y delictuosa actitud del encubrimiento, entendida como la existencia anterior de un delito y ocultar a quién o quiénes lo cometieron, en facilitar la fuga o hacer desaparecer los rastros; los que encubrieron y encubren estos delitos de abusos sexuales y omiten comunicar a su superior las noticias o indicios de la comisión del delito cuando la obligación es hacerlo; más grave aún, si mediaran acuerdos previos, como es de suponer entre los sacerdotes involucrados, el delito se configura como participación criminal.
Se concluyó con la promesa de investigar, implementar etc., en una retahíla de posibles acciones en tiempo futuro, cuando las colectividades mundiales aguardaban determinaciones inmediatas, dramáticas por su drasticidad, ejemplarizadoras y la fijación de indemnizaciones materiales y psicológicas, en correspondencia nunca proporcional al irreparable daño infligido a niños, indefensos en juicio y formación sexual.
Todo ciudadano en el mundo puede escribir de todo con especial desembarazo de asuntos que se ignoran en su real esencia para esclarecer, que es un método científico riguroso y es la intención de este columnista.
Para todas las poblaciones que son la voz de Dios es mandatorio sensibilizarse, solidarizarse y hacer brotar la ira contenida por defraudar a la confianza que se honra a la iglesia y la que se deposita en sus ministros, los sacerdotes.
Otro punto gravísimo es analizar sobre la vocación de los sacerdotes pederastas que induce a inferir que escogieron a la iglesia sin convicción espiritual plena, para disponer de cobijo, subsistencia, seguridad institucional y protección, elementos necesarios para crear un ambiente de paz, mas no para desplegar sus incontroladas perturbaciones sexuales, sin corresponder a esos beneficios que son precisamente para dedicarse a la meditación, a incrementar su fe y sumirse a la orientación de los fieles y no fieles basada estrictamente en las enseñanzas de Jesucristo, que son excepcionales y únicas en su concepción de hacer el bien.
(*) Es abogado, posgrados en Interculturalidad y Educación Superior. Filosofía y Ciencia Política, Conciliación y Arbitraje, Alta Gerencia para abogados (UCB-Harvard), Derecho Aeronáutico, Docencia en Educación Superior. Doctor honoris causa (IWA-Cambridge University, USA)
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