No soy aficionado a las telenovelas y honestamente no me agradan en lo absoluto, pero he de reconocer que más de un par he visto, ya sea que haciendo zapping me hice atrapar por la historia o como en el caso de la que más he disfrutado, la constante interpretación de música tradicional mejicana, hicieron que vea "La hija del mariachi" incluso más de una vez.
El bien amado, se trata de la historia de Odorico Paraguazú, un polÃtico corrupto y trinquetero que se hace de la AlcaldÃa de Sucupira (un balneario ficticio del Litoral Bahiano) al que promete dotarlo de un cementerio.
El bien amado, se trata de la historia de Odorico Paraguazú, un polÃtico corrupto y trinquetero que se hace de la AlcaldÃa de Sucupira (un balneario ficticio del Litoral Bahiano) al que promete dotarlo de un cementerio.
En la narrativa destacan las hermanas Cajazeira, tres solteronas puritanas, que en la clandestinidad son amantes del alcalde, sin que lo sepan entre ellas y que cuando la menor de ellas queda embarazada de Odorico, es obligada a casarse con Dirceu, secretario personal del alcalde, un homosexual de closet y tartamudo, amante de las mariposas e incapaz de ejercer como varón.
Como la bandera de gestión de la AlcaldÃa era el cementerio del pueblo, la imposibilidad de enterrar a alguien y asà poder inaugurarlo, ponÃa muy nervioso a Odorico, que empezó a buscar la forma de que alguien fallezca pronto, aunque no sea de causas muy naturales que digamos.
Por si le dan ganas de verla, me da mucha pena trolearle la novela, pero si no lo hago esta columna perderÃa absoluto sentido. Lo que va desencadenado el final de la historia es que la obsesión del alcalde por enterrar algo o alguien en su cementerio, le hace cometer una serie de errores que provoca la ira de su más leal sirviente y culmina en un complot donde es el mismo Zeca Diablo, quien pierde los estribos y termina fulminando de un tiro, al polÃtico que se sentÃa inmortal.
Al igual que el obsesionado Odorico, desde hacen dos años exactamente, el partido de gobierno en general, ha trabajado en una serie de estrategias para inaugurar un nuevo tipo de cementerio de fechas y enterrar el 21 de febrero para siempre, de modo que la gente asuma que su victoria democrática, es un cadáver que de Dios goza.
Lastimosamente para el oficialismo, las fechas, sobre todo cuando son especiales y te recuerdan algo grato o importante, son inmortales y para peor de males, se repiten una y otra vez cada 365 dÃas, provocando aniversarios que además provocan el efecto contrario en quienes procuran olvidarlos.
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