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Domingo 24 de febrero de 2019

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Cultural El Duende

Influencia de la religión católica en los indígenas americanos durante la colonización

24 feb 2019

Antonio Revollo Fernández

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Primera de dos partes

LA CRUZ CRISTIANA EN LA

RECONQUISTA DE LA IBERIA

Siete fueron los siglos de lucha de los españoles para reconquistar el territorio que cayó en poder de los moros mahometanos. Su emblema y guía espiritual fue el apóstol Santiago de Compostela, cuyos restos están precisamente enterrados en el fortín geográfico ubicado en la parte septentrional de la península ibérica. Corría el año 1492 cuando se logró la recaptura de Granada, el último reducto moro de Boadbil, justamente el año en que comienza el llamado descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóforo Colombo.

Desde el punto de vista religioso, la lucha por la reconquista significó la impronta católica sobre los llamados infieles, es decir el triunfo de la cruz sobre la media luna, asentando la convicción religiosa de los españoles en torno a la sagrada imagen de Jesucristo, de Santiago Apóstol y su atavismo militar y guerrero, ambos bajo el resguardo maternal de la Virgen María y la protección del Arcángel Miguel. Esta convicción dio aliento a los conquistadores que llegaron a América para imponerse ideológica y religiosamente, venciendo vicisitudes y sometiendo a los infieles con la cruz y "a" espada.

Desde el punto de vista religioso, la lucha por la reconquista significó la impronta católica sobre los llamados infieles, es decir el triunfo de la cruz sobre la media luna, asentando la convicción religiosa de los españoles en torno a la sagrada imagen de Jesucristo, de Santiago Apóstol y su atavismo militar y guerrero, ambos bajo el resguardo maternal de la Virgen María y la protección del Arcángel Miguel. Esta convicción dio aliento a los conquistadores que llegaron a América para imponerse ideológica y religiosamente, venciendo vicisitudes y sometiendo a los infieles con la cruz y "a" espada.

"La hazaña del descubrimiento de América no podría explicarse sin la tradición militar de guerra de las cruzadas que imperaban en la Castilla medieval. La Iglesia no se hizo rogar para dar carácter sagrado a la conquista de las tierras incógnitas del otro lado del mar. El Papa Alejandro VI, que era español, convirtió a la reina Isabel en dueña del Nuevo Mundo. La expansión del reino de Castilla ampliaba el reino de Dios en la tierra. Las Bulas del Papa habían hecho apostólica concesión del África a la Corona de Portugal y, a la Corona de Castilla habían otorgado las tierras "desconocidas como las hasta aquí descubiertas por vuestros enviados y las que se han de descubrir en el futuro"

EL PODER DEL PATRONATO

ECLESIÁSTICO ESPA?OL

Reflejo de la tradición católica labrada por siglos de guerra, "el primer negocio de todo español antiguo era la salvación de su alma, y los reyes creían que su principal deber era velar por la religiosidad de sus súbditos logrando de los Pontífices omnímodos los derechos del llamado Patronato Eclesiástico de toda la América Española, refrendadas en las Bulas de Alejandro VI en l50l y 1508. En tal virtud, era el rey quien nombraba autoridades eclesiásticas de las colonias (Arzobispos, Obispos, Prebendados, etc.); no podían pasar al continente americano sin autorización (Exequátur) del Consejo de Indias ni podían erigirse en América iglesias, monasterios ni hospitales sino de acuerdo con las Ordenanzas Reales".

En consecuencia, la Iglesia Española dependía de los monarcas antes que del Vaticano, pese a la Propaganda Fide, (Propaganda de la Fe para la Conversión de los Infieles). Por tanto, la influencia espiritual y moral del Patronato y el Consejo de Indias se constituyeron en poderosos agentes para mantener el dominio de los reyes Españoles sobre los extensos y distantes territorios de América. Así se justifica que todas las fundaciones de ciudades fueran siempre a nombre de los monarcas de España para luego resaltar la nominación tomando un nombre del amplio santoral cristiano.

EL ENCUENTRO DE DOS CULTURAS EN CAJAMARCA

El poder imperial español en alianza con la Iglesia católica perfilaron una profunda evangelización de los habitantes del continente amerindio mediante la operación de órdenes religiosas subsistentes, cada cual con su propia visión y profilaxis para la conversión de los bárbaros y salvajes de las tierras americanas.

"La llegada de los españoles al Tawantinsuyo, luego de Tumbes, fue Cajamarca, un 15 de noviembre de 1532, fecha fatídica donde las tropas de Francisco Pizarro, Lorenzo de Almagro junto al Cura Vicente Valverde estuvieron frente a frente con las huestes de Atahuallpa. Los españoles se encontraron con el esplendor del incario, con templos tachonados con oro y plata y sin otro fin que el ceremonial y religioso. Los incas quedaron sorprendidos por los Viracochas, hombres rubios barbados, cubiertos con relucientes armaduras, en briosos caballos que se mostraban como seres totalmente extraños; por otro lado, los negros también trémulos de asombro, presenciaban aquel encuentro de dos culturas cumpliendo como elementos de carga, sin sospechar el fin fratricida para los nativos adoradores del Tata Inti. (Dios Sol)". Entonces, no solo fue el encuentro de dos culturas sino de tres.

En ningún momento las huestes de Atahuallpa imaginaron que el inicial diálogo intercultural les condicionaría a un sometimiento a la Iglesia Católica y la Corona española. Un disimulado acto de cortesía: el uno al invitar un vaso de chicha y el otro entregar un breviario (Biblia) para escuchar la palabra de Dios, se constituyó en el detonante para que los españoles cometan el bárbaro asalto. El justificativo: El monarca Inca arroja al suelo el breviario porque no escucha palabra alguna y las huestes españolas inician la masacre inmisericorde con cientos de nativos muertos que no ofrecen resistencia alguna puesto que no habían imaginado que los extranjeros enviados del Dios Tata Inti procederían de manera inhumana. La historia nos relata que las calles de Cajamarca se tiñeron con la sangre de los indefensos incas".

La presencia de la cruz y la espada significó el dramático encuentro no solo de dos mundos o dos culturas diferentes, sino de tres quienes, obligados por el nuevo orden imperial, derivaron en una sobre posición cultural, para unos simbiosis y mestizaje biológico y para otros sincretismo religioso. El acto fatídico quedó grabado en la memoria colectiva, tanto de los incas como de los propios españoles, y ha sido reproducida por generaciones en dramas teatrales como "Atawallpa wañuynin".

LAS ?RDENES RELIGIOSAS

QUE LLEGAN AL NUEVO MUNDO

La política expansiva de la corona española usó como estrategia a las llamadas ?rdenes Religiosas en el proceso evangelizador del Nuevo Mundo, misiones que antes que ejercer votos de humildad, pobreza, castidad y entrega a la causa cristiana, asentaron su obra en la comodidad, fácil sustento e ilimitada codicia. No obstante, pocos pero preclaros sacerdotes cumplieron sus evangélicos deberes. Fueron santos varones con ejemplares virtudes que ofrendaron sus vidas por la misión católica y la instrucción en artes, agropecuaria e incluso la lucha por los derechos humanos. Así se constituyeron en especie de escuelas agrícolas e industriales, estrictamente vigiladas. La faena empezaba y terminaba con la oración en común y se alternaba con la enseñanza del catecismo y el mutuo aprendizaje de las lenguas originarias y el español.

Las ?rdenes Religiosas que estuvieron en América colonial fueron los Franciscanos, Agustinos, Dominicos, Mercedarios, Jesuitas y otras menores como Carmelitas descalzos y Capuchinos. Sin embargo, la épica hazaña no solo podía quedar para el sacerdocio de varones, también abarcó la "importante presencia de varias ?rdenes femeninas, entre ellas las Agustinas, Capuchinas, Carmelitas, Clarisas, Concepcionistas, Dominicas y Franciscanas, estas dos últimas con un papel importante en la educación de niñas y jóvenes indígenas. Y no faltó la presencia de algunas órdenes hospitalarias, para la atención de enfermos como la de San Juan de Dios".

Cabe destacar la presencia de la Orden de la Merced o "Mercedarios", capellanes del ejército castellano durante la reconquista y quienes prolongaron su papel en las expediciones de conquista del Nuevo Mundo, por ello fueron parte de las huestes de los conquistadores Hernán Cortés en México, Francisco Pizarro, Pedrarias Dávila y Diego de Almagro en el Perú. De esta manera su labor evangelizadora con los indígenas se centró en las colonias del Virreinato de México, Virreinato de Lima, Audiencia de Charcas y Capitanía de Chile.

Dada la disparidad de los elementos doctrinarios y metodología misional, las políticas de organización y reajuste del aparato administrativo de la Iglesia y cristianización de los llamados infieles en la Colonias fueron definidas mediante los Concilios efectuados en Lima los años 1561 y 1567. El tercero se desarrolló entre 1582 y 1583 en la misma ciudad bajo la conducción del ilustre sacerdote Toribio de Mogrovejo, donde se "coronó el edificio institucional de la Iglesia en el Perú. El III Concilio acentuó las facilidades dadas a los indios para una intensa vida sacramental, les abrió las puertas de los conventos y aun de la ordenación sacerdotal, los sacramentos del bautismo y el matrimonio. También fijó los textos catequéticos: un Catecismo Mayor y otro Menor, según la cultura de los catecúmenos; ambos fueron traducidos al qhishwa y al aymara. Preparó libros para los confesores y predicadores. Por todo ello, hay derecho a afirmar que este III Concilio fue para Sudamérica lo que Trento fue para toda la Iglesia".

Continuará

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