La Iglesia y el Papa arriesgan

El reciente concilio convocado por el Papa para tratar exclusivamente el tema horroroso de los sacerdotes pedófilos, muestra que es una respuesta diligente y rápida a la formidable presión mundial por estos recurrentes episodios de pedofilia y, ahora, se suman a la queja las numerosas monjas que soportaron relaciones sexuales periódicas con sacerdotes y coaccionadas a callar; el resultado es otro crimen de los lujuriosos prelados de la Iglesia que obligaron a las monjas a abortar, a alguna hasta tres veces, delito penal punible tanto para la autora como al coautor.

Tuvimos ocasión de escuchar declaraciones de prelados en los diferentes canales de Europa que cubren el concilio y de ello se infiere que se trata de reducir la magnitud de esta horrenda invasión a la intimidad inviolable de niños y niñas, alegando que el registro de abusos sexuales en los hogares, es decir en la sociedad civil, es superior al entorno eclesiástico. No se puede comprender que un prelado bien formado en teología y otras materias, pretenda traslapar esta indignidad, justificando su accionar con la desgracia similar del otro. En latín existe un adagio al respecto "a cada cual debe perjudicar su propio hecho y no a su adversario" (factum cuique suum, non adversario nocere debet).

Otra declaración que genera estupefacción es aquélla que anuncia la imposibilidad inmediata de eliminar de raíz este delito indicando que es un problema extremadamente complicado, que es una confesión de parte de la tolerancia a este abuso sexual y se asume la posición de no veo, no siento, no hablo, entonces, se estructura el delito constante, persistente, sistemático y de predisposición.

Epigrafíe esta columna sobre la contingencia o riesgo que conmina a la Iglesia y al Papa si no extirpan definitivamente las raíces de esta gravísima transgresión al código moral, postulados sobre los cuales la Iglesia debería, como tutora nuestra, arrojarnos periódicos ejemplos que fortalezcan la fe; además del inevitable riesgo de la pérdida de credibilidad entendida como un irreparable menoscabo a una persona o institución; por la humillación a su base moral que es la fuerza interior necesaria para vivir en equilibrio espiritual y emocional y por la tácita muerte civil.

Otra declaración de un prelado al terminar una sesión del concilio en Roma se resume en la postura que, el celibato no es una causa mayor para la recurrencia de la pedofilia en el seno de la Iglesia; e interpretada benigna y serenamente, equipara a afirmar que la pulsión o el instinto sexual en los humanos es relativo, lo cual es indubitablemente una antinomia.

Los castigos más severos que prevé el Derecho Canónico son el aislamiento en un monasterio por determinados años, con la posibilidad de volver a ejercer el sacerdocio (aislamiento bonancible, libre de coacción, libertad interna, buena comida, carencia de exigencias de un régimen penitenciario e interacción con los demás reos), y en casos más graves (¿habrá algo más grave que la pedofilia por las consecuencias morales de por vida?), supresión de las facultades sacerdotales, temporal y definitiva.

* Es abogado, posgrados en Interculturalidad y Educación Superior, Filosofía y Ciencia Política(maestra), Conciliación y Arbitraje, Derecho Aeronáutico, Alta gerencia para abogados, doctor honoris causa(IWA-Cambridge University, USA).