Loading...
Invitado


Domingo 24 de febrero de 2019

Portada Principal
Revista Dominical

Vichacla y el enigma de "La Chaskañawi"

24 feb 2019

Texto y fotos: Juan José Toro Montoya - Presidente de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP)

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Se llamaba Claudina García y le decían "la Chaskañawi", la de los ojos de estrella. "Era de una atrayente fisonomía morena -escribió Carlos Medinaceli-, tipo de la criolla que más que propiamente por la estatuaria belleza, seduce por ese algo inefable que se llama gracia, tanto en lo donairoso del andar como por la picaresca sonrisa y, en Claudina, el diamantino lucir de sus ojos negros". Sí. Era un personaje de ficción pero, 72 años después de que se publicó la novela con su nombre, ya ha quedado más que claro que la historia desarrollada en "La Chaskañawi" era biográfica, por lo menos parcialmente.

Y si Adolfo Reyes es la autorrepresentación de Carlos Medinaceli, ¿quién fue "la Claudina"? Emilio Medinaceli, uno de los cinco hermanos del escritor, proporcionó una pista: "La ´Chaskañawi´ de la novela era hija de un caballero decente, Carlos Villegas Medinaceli, nieto legítimo del general por madre. Ella se llamaba Clorinda Villegas Gallo. Era morena pálida, de buenas formas, ojos verdes claros rasgados -de ahí el apelativo- pestañas abundantes y encrespadas".

Y si Adolfo Reyes es la autorrepresentación de Carlos Medinaceli, ¿quién fue "la Claudina"? Emilio Medinaceli, uno de los cinco hermanos del escritor, proporcionó una pista: "La ´Chaskañawi´ de la novela era hija de un caballero decente, Carlos Villegas Medinaceli, nieto legítimo del general por madre. Ella se llamaba Clorinda Villegas Gallo. Era morena pálida, de buenas formas, ojos verdes claros rasgados -de ahí el apelativo- pestañas abundantes y encrespadas".

Los datos son claros y hasta revelan algo en lo que pocos habían reparado, lo del "nieto legítimo del general". Para el contexto de sus descendientes, el general no era otro que Carlos Medinaceli Lizarazu, el vencedor de Tumusla. Clorinda, entonces, era su bisnieta, al igual que Emilio, al igual que Carlos. Aunque por ramas diferentes, descendían del mismo tronco� eran parientes. El dato coincide con el capítulo VII de la novela, en el que Adolfo y Claudina bailan por primera vez:

"-¿Qué es eso de don Adolfo? -extrañó Julián- Llámalo Adolfo, a secas, o Adolfito, si quieres� Si es nuestro paisano y hasta nuestro pariente. ¿Qué es eso de don Adolfo?".

¿Coincidencia o revelación? Para los habitantes de Cotagaita, capital de la provincia Nor Chichas y ubicada a la vera del camino hacia la Argentina, Clorinda Villegas fue "la Chaskañawi" de la que incluso la Alcaldía del lugar conserva un retrato, uno que fue publicado en un calendario reciente.

Pero, además de la referencia de la novela, Carlos Medinaceli no dio más datos y las cartas publicadas por Mariano Baptista Gumucio tampoco arrojan más luces que las encendidas por Emilio. En las cartas de su hermana Laura, las referencias a la pareja del escritor sólo dicen "esa mujer".

¿Era Clorinda "esa mujer"? En Cotagaita afirman que sí y proclaman a esa ciudad como "la tierra de la Chaskañawi" pero existe un detalle poco conocido: ese municipio tiene 21 distritos, ubicados en un radio no mayor a 30 kilómetros, y por lo menos dos de ellos afirman ser la cuna de la mujer que inspiró la novela, Tocla y Vichacla. De ambos, este último tiene una ventaja: allí se encuentra Chequelte, el lugar donde está la casa de Carlos Medinaceli.

Las distancias, todavía inconvenientes hoy en día, debieron ser más difíciles de salvar en la juventud del escritor, más o menos en los años 20 del siglo XX. Por tanto, no era tan fácil ir hasta Cotagaita. Las mujeres que conoció debieron ser o de Vichacla o de los poblados más próximos.

VARIAS MUJERES

Ximena Soruco y Alba María Paz Soldán, dos de las investigadoras que continúan estudiando la obra de Medinaceli, teorizan que no fue una sola sino varias las mujeres que inspiraron al escritor para armar la personalidad de su Claudina. Eso daría sentido a las apariciones de las parejas de Medinaceli en diferentes lugares, ya en Sucre donde, según Beatriz Rossells, "camina las calles del brazo de una chola despreciando una premiación que le había preparado el Club de la Unión" o bien en La Paz, en el ocaso de su vida, cuando una mujer de pollera aparece no solo como su compañera sino cuidadora, la que le lleva el abrigo y evita que caiga, otra vez, en las garras del alcohol.

Es también Emilio quien proporciona datos de esa otra pareja: "Carlos tuvo una compañera sucrense, mujer del pueblo, por dos años. De julio de 1940 a abril de 1942 en La Paz, y en Sucre. Ella había conocido, de niña, y gracias a su padre, a todos los personajes literarios de la ciudad y sabía apreciar el talento y la cultura de Carlos. Lo cuidaba y atendía muy bien, al estilo chuquisaqueño". Entonces, no era Clorinda pues esta no nació en Sucre sino en la provincia Nor Chichas de Potosí.

Basándose en el testimonio de Waldo Francisco Medinaceli, otro hermano del escritor, Antonio Paredes Candia escribió sobre una mujer apodada "Orpintón" que "fue la única mujer que comprendió al escritor, fue una especie de ángel guardián del hombre, la comprensiva compañera y la amante ideal�" pero su descripción la aleja de Claudina: estatura elevada y fornidas espaldas, "en evidente contradicción con sus piernas que las tenía muy delgadas".

Laura Medinaceli coincide con los datos de su hermano Emilio aunque no en los años: "su compañera en Sucre era una chola que se la llevó de acá. Mamá sufría mucho con esto de Carlos y un día (�) me dice: ´sabes, he recibido un telegrama donde me dicen que ha muerto la mujer esa que se llevó Carlos y me da mucha pena, porque lo atendía bien, lo cuidaba y no lo dejaba tomar´. Era una chola medio fea, yo la conocí, y parece que muy alegre, pero lo quería y lo protegía de sus amigotes".

Hábil en su enfoque, Baptista incluye todas estas cartas en el orden en el que las hemos presentado. La siguiente, de Vicente Terán Erquicia, dice que "ella lo alimentaba bien. Le compraba buena ropa y le proporcionaba una media botellita de singani fino, pero no más, para tenerlo controlado. Pero vas a escribir, vas a escribir, le decía al servirle una copita. Un buen día, por descuido, la mujer se tragó una pequeña moneda de cobre y no avisó. Posiblemente tuvo una obstrucción o una infección, el hecho es que murió. Fue un golpe mortal para Medinaceli, que empezó a beber como nunca, sin que nadie lo moderara".

Y bebió hasta morir.

El médico que revisó su cadáver, Alfredo Lublin, lo encontró barbado y desnutrido. Había fallecido en la madrugada del 12 de mayo de 1949, cuando el invierno paceño se anuncia feroz, pero el facultativo no se hizo demasiados problemas y puso las 06:00 como hora de la muerte. El diagnóstico revelaba que el alcohol lo había empujado a la muerte: insuficiencia hepática.

Para tus amigos: