Todos ya sabÃamos que la historia de la Iglesia no habÃa sido tan gloriosa: cruzadas, inquisición, escandaloso poder temporal de los Papas de la Iglesia de cristiandad, guerras de religión, división de las Iglesias, evangelización unida a la espada colonial, antisemitismo y un largo etc.
Juan XXIII con el Concilio Vaticano II inició una gran reforma eclesial: vuelta a la fuente de la fe cristiana, diálogo con el mundo moderno, ecumenismo, libertad de conciencia y religiosa, etc. Este movimiento conciliar, frenado en muchos aspectos en el invierno eclesial de los últimos años, ha sido retomado y profundizado con Francisco: Iglesia pobre y de los pobres, la alegrÃa del evangelio, volver al Dios misericordioso, critica al clericalismo y a las tentaciones de la curia vaticana, denuncia de un sistema económico que adora al dinero, mata pobres y destruye la naturaleza; no a los muros y al armamentismo, cuidado de la tierra, un sÃnodo sobre la AmazonÃa, visita a campos de refugiados, Iglesia en salida y hospital de campaña etc.
Juan XXIII con el Concilio Vaticano II inició una gran reforma eclesial: vuelta a la fuente de la fe cristiana, diálogo con el mundo moderno, ecumenismo, libertad de conciencia y religiosa, etc. Este movimiento conciliar, frenado en muchos aspectos en el invierno eclesial de los últimos años, ha sido retomado y profundizado con Francisco: Iglesia pobre y de los pobres, la alegrÃa del evangelio, volver al Dios misericordioso, critica al clericalismo y a las tentaciones de la curia vaticana, denuncia de un sistema económico que adora al dinero, mata pobres y destruye la naturaleza; no a los muros y al armamentismo, cuidado de la tierra, un sÃnodo sobre la AmazonÃa, visita a campos de refugiados, Iglesia en salida y hospital de campaña etc.
Y cuando comenzaba a florecer nuevamente la primavera eclesial, ha estallado ¿casualmente? la tormenta de los abusos sexuales y pederastia de sacerdotes, religiosos, obispos, nuncios y cardenales, el silencio encubridor de las cúpulas jerárquicas, escándalo repetidamente magnificado, por los medios de comunicación con toda morbosidad de detalles. Las vÃctimas de estos abusos, hasta ahora vergonzosamente calladas, comienzan a hacer escuchar su estremecedora voz.
El prestigio eclesial está por los suelos, caen grandes figuras e instituciones hasta ahora muy respetadas; la jerarquÃa comienza a hablar de tolerancia cero y de la necesidad de denunciar los abusos a la sociedad civil, han sido degradados y expulsados de sus cargos altos responsables eclesiales, alguna conferencia episcopal ha presentado su renuncia al Papa Francisco, hay reuniones de emergencia en Roma para responder a esta grave situación. El pueblo cristiano se siente escandalizado y triste. Un viejo adagio latino afirma: Corruptio optimi, pessima, es decir, la peor corrupción es la corrupción de las cosas buenas, óptimas. La Iglesia ha pasado de ser un signo de credibilidad a ser el mayor obstáculo, para la fe de muchos de nuestros contemporáneos.
Pero en este momento de confusión, quizás pueda ayudarnos el complementar las catequesis sobre la santidad de la Iglesia, con una serena afirmación de que la Iglesia es humana y divina, santa y pecadora, que continuamente hemos de convertirnos y pedir perdón a Dios, como acontece en la liturgia eucarÃstica: la Iglesia necesita siempre ser reformada.
Los llamados Santos Padres, obispos lúcidos y santos de los primeros siglos, dicen que la Iglesia es "casta y prostituta". Y el gran teólogo Karl Rahner, al comentar la narración sobre la mujer adúltera a la que Jesús salva de ser apedreada (Juan 8, 1-11), afirma que esta mujer cortesana perdonada, representa a la santa Iglesia, la esposa de Jesús.
Ni terrorismo mediático, ni chantaje económico o polÃtico, ni encubrimiento jerárquico, ni escándalo farisaico, ni ingenuidad. No nos sorprendamos ni rasguemos las vestiduras. Somos pecadores, miembros de una Iglesia pecadora y santa a la vez, necesitamos pedir perdón a Dios y a las vÃctimas, necesitamos urgente conversión y acogernos a la misericordia del Señor: hemos de escuchar a las vÃctimas y desde su clamor reformar las estructuras eclesiales. Este puede ser un momento clave para una reforma eclesial a fondo.
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