En el territorio nacional tenemos casi tres decenas de periódicos que se imprimen para salir a la venta todos los dÃas. A esta cantidad de publicaciones, hay que añadir la edición de semanarios, folletos, boletines y una que otra revista cultural.
Según el censo del año 2012, en Bolivia vivimos algo más de 10 millones de habitantes. Y haciendo un relacionamiento cuantitativo de periódicos impresos y personas existentes, la realidad se presenta insólita y al mismo tiempo asombrosa.
Pero el objetivo del presente artÃculo no es una cosa tan profunda como la averiguación de ese fenómeno socio-literario que nos lleva a producir tantos papeles y a derramar tanta tinta de nuestras plumas, sino algo más superficial: lo que ocasiona esa desmesurada producción de periodismo y literatura en un medio demográfico que, comparado con la cantidad de los periódicos que salen a las calles todos los dÃas, es en verdad muy reducido.
Si uno ve los contenidos de los periódicos de Europa, y los compara con los nuestros, se le quiebra el corazón al notar la brecha que separa a nuestros papeles de los de ellos. Allá uno puede leer reportajes profundos, muy profundos a decir verdad; crónicas bien elaboradas, que son producto de varias semanas de disciplinada construcción; noticias con fuentes, parte y contraparte en casi todas, y con fotografÃas que parecen de un suplemento de edición especial; y, lo mejor de todo, columnas bien escritas y con ideas profundas y bien pensadas.
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