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Domingo 10 de febrero de 2019

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Cultural El Duende

Alberto Guerra Gutiérrez

10 feb 2019

Alberto Guerra Gutiérrez. Oruro, 1930-2006. Académico de la Lengua, poeta, docente e investigador experto en folklore, etnografía e historia de las manifestaciones culturales de la región andina. Entre sus obras poéticas más destacadas están: Gotas de luna (1955), Siete poemas de sangre o la historia de mi corazón (1964), Balada de los niños mineros (1970), Yo y la libertad en el exilio (1970), Manuel Fernández y el itinerario de la muerte (1982), Hálito que se desgarra en pos de la belleza (1989), Antología de poesía de amor, La poesía en Oruro (en coautoría con Edwin Guzmán). En ensayo: Antología del Carnaval de Oruro (1970), La picardía en el cancionero popular (1972), Estampas de la tradición de la ciudad (1974), El Tío de la Mina (1977), Pachamama (1988), Folklore boliviano (1990)

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Hablo de la raíz, de la savia y el contenido

En mi casa, hay un árbol callado y resignado

como toda espera;

un hondo vacío de paciencia parece invadir

su estructura de soledad y hastío.

En mi casa hay un árbol sumergido

en la quietud del tiempo, soplo silencioso,

parece estar dormido.

Cuando entré en la casa,

él ya estaba resumiendo espacios

para entregarme un salmo de luz y de alegría,

como quien sirve en la plaza, migas de pan

a las palomas, o alquila su patio

a la esperanza.

Sería en otoño, cuando aún no había comprendido

lo que significaba un árbol,

que comencé a descubrirlo en su afán

de tender alfombras a mi paso,

alfombras que son hojas de su propia carne,

hojas color de otoño como el sol,

como la espiga.

Alfombras sobre la tierra donde están los caminos

para el hombre y el arraigo profundo para el árbol.

Por las risueñas ventanas del alba,

el árbol era ya mi alegría y de pronto

lo vi desvelarse, altos y desnudos los brazos

lo vi desvelarse, altos y desnudos los brazos

en actitud de protesta contra el frío,

y conmovido me acerqué más a él

para templar mi pecho en su madera.

Lo vi más tarde amasar ternura vistiendo

de verde sus tiernas ramas, iluminar el día

de flores blancas, esta vez, para alumbrar

mi primavera y comprendí todo,

cuando el árbol prodigado ya en el dulce fruto,

me señaló el verano de la dicha y el consuelo.

En mi casa hay un árbol sensitivo, al verlo,

lo sentí mi hermano, cuando me acerqué

a su savia desde su raíz hasta despertar

en canto, no sabía que se trataba de un árbol

y sin embargo, poblé de trinos su ramaje

y lo sentí mi amigo mientras convertía

su savia en fruto y en agua la esperanza.

El árbol cuando es amigo,

ilumina sus caminos

con sus líquidas lámparas de rocío,

inunda el alma de claros manantiales,

convierte la lluvia en pequeñas

gotas de luz ambulante,

resumida en raudo vuelo de luciérnagas,

da sombra al caminante

y se hace compañero.

Ni hermano, ni amigo, ni compañero,

hay en la vida una raíz de algo que nos sostiene,

un algo que colma de amor nuestros cántaros felices.

Este es el árbol que como una estrella,

alumbra la noche de mi destino.

Yo estoy parado frente a él como detenido

por el divino soplo que despierta

el corazón a la caricia.

No sabe de urgencias

y bloquea todos mis caminos con su ternura.

No sabe de odios e inunda mi pecho de bondad

en claras gotas de rocío.

Quema mis latidos de felicidad con el fuego ardiente

del amor en la dulce madera de su pecho.

¡Mi madre es este árbol!

Mi madre es esta savia de amor, de luz y de ternura.

¡Mi madre es este árbol

y está en el centro de mi casa�!

Presagio

Qué traerá el amor

en su anunciada presencia

de mágicos albedríos?

Será un tren de hojas secas

discurriendo en portátil andén

de suspiros en fuga

o el cansancio de los pañuelos

agitados por mis manos

despidiendo la ilusión

de mis auroras sin espera?

Será la ruta

largamente tendida

en la distancia

buscando meridianos de luz,

tardes en sombra

o noches de azul espera

en la nostalgia

hecha de sonámbulos suspiros

zambulléndose dulcemente

en la espera,

donde tejen sus coronas

mis auroras pensativas.

Qué será del amor

que se asoma sigiloso

a los umbrales de mi puerta?

Será tal vez la dicha,

o la ausencia con la forma

y el color de la esperanza?

Para tus amigos: