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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Endurecimiento del corazón - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Espanta escuchar de labios del profeta Ezequiel, que los hombres poseen un corazón de piedra que Dios quiere cambiarles por un corazón de carne (Ezequiel 11, 19).
En su tiempo, Jesús observa la misma trágica realidad (S. Mateo 13, 15). A muchos de sus oyentes les falta humanidad, anhelo de rectitud, tienen sus corazones endurecidos para el bien, y no pretenden convertirse ni salvarse. Impresionado por la experiencia de los corazones malvados, Jesús lanza una de las diatribas y condenaciones más espantosas de su predicación.
Muchos de los que condena, han cerrado sus oÃdos porque no quieren que la Palabra del Señor les corrija y les incite a cambiar de la depravada conducta que llevan.
No abren sus ojos a fin de no ver la descripción realizada -de quienes son admitidos en el Reino de los Cielos gracias a su buena conducta-, por su abuso del amor de Dios.
No abren sus ojos a fin de no ver la descripción realizada -de quienes son admitidos en el Reino de los Cielos gracias a su buena conducta-, por su abuso del amor de Dios.
No abren su corazón a la verdad luminosa que es la doctrina de Jesús que señala el único camino de salvación, y avisa sobre los peligros que nuestro camino nos dirige a la condenación. La conclusión es estremecedora: no quieren convertirse, no quieren que Yo les salve. No puede afirmarse nada más trágico.
El amor desordenado a nosotros mismos nos conduce a la muerte, como dice NS Jesucristo: «El que ama (desordenadamente) su alma, la perder; más, el que la aborrece (o mortifica), web este mundo, la conserva para la vida eterna» (S. Juan 12, 25).
De ese desordenado amor, raÃz de todos los pecados, nacen las tres concupiscencias de las que habla S. Juan (11, 16), cuando dice: «Todo lo que hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida; lo cual no nace del Padre, sino del mundo».
Concupiscencia de la carne o deseo desordenado de la sensualidad: de este desorden provienen la gula y la lujuria. Comer, beber, cantar, gozar, jugar, divertirse: he ahà la felicidad de los seguidores de la carne.
«La gula y la sensualidad engendran otros vicios, y pueden conducir a la ceguera espiritual, al "endurecimiento del corazón", al apego a la vida presente hasta perder la esperanza de la eterna, y al amor de sà propio hasta el odio a Dios, y a la impenitencia final» (Garrigou Lagrange, Las tres edades de la vida interior).
Afirmar que Dios es tan bueno que no puede condenar a nadie, es un rechazo a la enseñanza de Jesús quien dijo que �l no condenará a ninguno, pero serán las obras de la persona las que lograrán su condenación, porque todos recibirán la correspondiente a la conducta de su vida.
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