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Domingo 27 de enero de 2019

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Cultural El Duende

La dulce California

27 ene 2019

Camilo Marks

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Laurence Fife es lo más parecido a un cerdo que puede haber y ni siquiera sus hijos manifiestan mayor sufrimiento por su muerte, a pesar de que no se trató de un paso muy pacífico a la otra vida. Nikki, su segunda esposa, aparece como culpable de haberlo asesinado, sustituyendo un remedio que Laurence tomaba según prescripción médica por una cápsula envenenada.

Nikki cumple ocho años en prisión y al obtener la libertad condicional, aunque esté lejos de lamentar la pérdida de su marido -en verdad, se alegra de que lo hayan liquidado-, desea saber quién lo mato para limpiar su nombre. Charlote Mercer, Sharon Napier, Gwen Fife y una cadena de mujeres tienen motivos más que suficientes para sentirse felices por la muerte de Laurence, tanto porque este fue un perro con ellas, como también debido a que explotó a sus empleados, utilizó a todos los que se cruzaron en su camino e hizo gala de un egocentrismo ilimitado en todas sus relaciones con los demás.

Para quien aún no haya adivinado la profesión del occiso, hay que aclarar que ejercía la abogacía con una rapacidad que sólo algunos juristas consumados poseen y ella le sirvió para dar curso a su maniática autoestima y para ingresar bienes a su patrimonio.

Para quien aún no haya adivinado la profesión del occiso, hay que aclarar que ejercía la abogacía con una rapacidad que sólo algunos juristas consumados poseen y ella le sirvió para dar curso a su maniática autoestima y para ingresar bienes a su patrimonio.

A Sue Grafton (1940) se le ocurrió la idea de escribir A de adulterio al divorciarse y tener que luchar por la custodia de su hijo contra su próspero marido abogado. Según cuenta, sintió varias veces deseos de eliminarlo, pero "En vez de pasarme la vida en la cárcel, pensé en algo mucho mejor: matarlo en un libro y además recibir dinero por ello".

Kinsey Millhone entra en escena

La tercera vez que esta autora se casó fue la vencida, ya que, hasta la fecha, ha tenido un matrimonio feliz que le ha permitido trabajar como guionista y adaptadora de películas y series de televisión en Hollywood (entre otras, Canuro espumante de Agata Christie) y dedicarse, finalmente, a escribir novelas a tiempo completo.

Durante cinco años trabajó en concebir el personaje de Kinsey Millhone y desarrolló sus aventuras policiales en la serie Alfabeto del crimen, por la que ha recibido dos premios norteamericanos más importantes otorgados a novelas policiales, tales como el Shamus Award de 1986 y el Anthony Award de 1987.

Algunos títulos de la serie son: A de adulterio, B de bestias, C de cadáver, D de deuda, E de evidencia, F de fugitivo, G de guardaespaldas, H de homicidio e I de inocente, todos publicados en castellano.

Lo que Sue Grafton persigue con su personaje de Kinsey Millhone es revivir la gran tradición de la novela negra norteamericana de los años 40, ahora en las décadas de 1970 y 1980, con situaciones y problemas específicos de esta época, que no corresponden a aquel mundo despiadado, laberíntico y realista, pero con cierto resabio romántico de Chandler, Hammet, Woolrich, Highsmith o Cain.

En A de adulterio, la primera obra de este grupo, todo es siniestro y muy negro, pero también divertidísimo y ahí está la gran diferencia con los libros de los autores a que hacíamos referencia. Kinsey es una mujer joven con dos matrimonios a cuesta y que ya espera poco de la vida pero, aun así, sabe sacarle partido, riéndose de sí misma y de los demás, pues está dotada de una poderosa inteligencia y una original percepción de la realidad.

"Por todas partes había barcos de vela que sin duda había fletado la Cámara de Comercio para ofrecer un motivo pintoresco a los turistas que se paseaban por la acera sacando fotos de otros turistas que descansaban sobre la hierba"; "Andy Motycka tiene cuarenta y tantos años y aún se muerde las uñas. Aquel día la tenía tomada con la mano derecha y hacía esfuerzos denodados por devorar lo que le quedaba en el pulgar"; "A los veinticuatro años, Libby Glass tenía una lozanía y ambición que sin duda sedujeron a un Laurence que se acercaba a los 40. Dios nos libre a todas de la menopausia masculina", son ejemplos de auténtico ingenio y ácida ironía que se encuentran en muchos trozos de A de adulterio y aligeran el pesado ambiente que rodea a la historia.

Los Ángeles / Las Vegas

Lo que al comienzo decíamos de Laurence Fife no es gran cosa al lado de lo que se puede contar de otros personajes que van apareciendo y hacen que el difunto picapleitos resulte, en comparación, casi un respetable y bonachón ciudadano de clase media alta.

Desde la tranquila ciudad costera de Santa Teresa, un reducto apacible de acaudalados californianos y comerciantes prósperos, Kinsey se trasladará al centro de Los Ángeles, donde vive la familia de Libby Glass, quien murió en las mismas circunstancias que Laurence y pudo haber sido una de sus tantas amantes.

Y de ahí partirá a Las Vegas en busca de la enigmática Sharon Napier y la investigación, que hasta entonces ha tenido un rumbo pausado, se convertirá en una carrera contra el tiempo, el miedo y la muerte. Pero Kinsey ya no tendrá que luchar para salvar a otros que corren peligro, sino para escapar ella misma con vida de una pesadilla sin fin.

A de adulterio presenta uno de los más implacables escenarios de la geografía urbana y costumbrista de los Estados Unidos de hoy: estaciones de servicio, moteles, autopistas, comidas plásticas, bebidas gaseosas, platos rápidos para llevar, ropa para tirar a la lavadora, zapatillas de gimnasia y muchas otras porquerías desechables para comer, usar y vivir, llenan páginas y páginas de la novela como un gran mostrador del infierno en que viven los habitantes de la región del norte en California, el estado más rico y poblado de la Unión.

Por último, A de adulterio, así como otras narraciones de Sue Grafton, sin declaraciones explícitas y en medio de una vertiginosa acción y excelentes diálogos, entrega un cuadro moral y psicológico, al natural y sin adornos, del prototípico hombre triunfador estadounidense.

Como ese ejemplo se ha convertido en modelo para el resto del mundo, el libro tiene un alcance que seguramente su autora no sospechó al escribirlo. Es lo que muchas veces pasa con las obras de entretención de calidad.

Camilo Marks. Chile, 1948.

Académico, escritor y crítico literario.

De: "La crítica: el género de los géneros" 2007

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