Jueves 24 de enero de 2019

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Heráclito de Ã?feso afirmaba que el fundamento de todo está en el cambio incesante, en un continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa. Y, en consonancia con ello, la historia muestra que ningún tipo de organización social se mantiene intocada eternamente. Los que creÃan que detentaban el poder por ser los elegidos de Dios; los que pensaban que habÃan descubierto un esquema perfecto de gobierno; los que proclamaban que las dictaduras -aun de diferente signo- son indispensables para asegurar el progreso, la justicia y la libertad, estaban -y están- equivocados.
El escritor Rodolfo Terragno coincide: "La globalización habÃa llegado para quedarse. Las naciones iban a subsumirse en grandes ´espacios´, de los cuales la Unión Europea era solo un anticipo. El proteccionismo tenÃa los dÃas contados. Y, caÃdo el muro, agonizaban las ideologÃas. El mundo iba a estar seguro como nunca (Â?) La respaldaron millares de trabajos académicos, según los cuales nos acercábamos al borrado de las fronteras, el fin de los aranceles y la paz duradera. Francis Fukuyama sostenÃa que el mundo ya no podÃa perfeccionarse más. Era el fin de la historia". (Corsi e ricorsi, ida y vuelta de la historia. ClarÃn. Buenos Aires, 11.03.2018). Esto no sucedió.
Pretender la eternidad de un modelo polÃtico porque supuestamente se ha encontrado la felicidad de los ciudadanos a los que se somete, es encaminarse a un acelerado fin. Claro está que los caudillos cuentan con seguidores -áulicos allegados al sátrapa- que intentan convencerle que van a conservar su vigencia. Pero negar la inevitabilidad del cambio, es condenarse al fracaso.
En nuestro hemisferio hay resabios autoritarios; uno de ellos ha durado más de seis décadas e intenta seguir con su fallido experimento. Mientras tanto, el populismo, ya en retirada, inspirado en el socialismo del siglo XXI tan cercano al castro-comunismo, también ha mostrado su fracaso. En este camino transitan los miembros -cada vez son menos- de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) y del Foro de San Pablo. Es más: recientemente ya se planea sustituir a la moribunda Unasur, tantas veces parcializada con el populismo, con otra organización subcontinental acorde con un nuevo tiempo democrático.
Las dictaduras no advierten que este ya no es su tiempo -si alguna vez lo fue- y que, al forzar con falacias su permanencia en el poder, caen estrepitosamente porque� "se puede engañar a todo el mundo algún tiempo; se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo" (Abraham Lincoln).