Loading...
Invitado


Domingo 13 de enero de 2019

Portada Principal
Cultural El Duende

El libro de los abrazos

13 ene 2019

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

LA BUROCRACIA

En tiempos de la dictadura militar, a mediados de 1973, un preso político uruguayo, Juan José Noueched, sufrió una sanción de cinco días: cinco días sin visita ni recreo, cinco días sin nada, por violación del reglamento. Desde el punto de vista del capitán que le aplicó la sanción, el reglamento no dejaba lugar a dudas. El reglamento establecía claramente que los presos debían caminar en fila y con ambas manos en la espalda. Noueched había sido castigado por poner una sola mano en la espalda.

Noueched era manco.

Había caído preso en dos etapas. Primero había caído su brazo. Después, él. El brazo cayó en Montevideo. Noueched venía escapando a todo correr cuando el policía que lo perseguía alcanzó a pegarle un manotón, le gritó: ¡Dése preso! y se quedó con el brazo en la mano. El resto de Noueched cayó un año y medio después, en Paysandú.

En la cárcel, Noueched quiso recuperar su brazo perdido.

Funcionario: Haga una solicitud.

�l explicó que no tenía lápiz.

Funcionario: Haga una solicitud de lápiz.

Funcionario: Haga una solicitud de lápiz.

Entonces tuvo lápiz, pero no tenía papel:

Funcionario: Haga una solicitud de papel.

Cuando por fin tuvo lápiz y papel, formuló su solicitud de brazo. Al tiempo, le contestaron. Que no. No se podía: el brazo estaba en otro expediente. A él lo había procesado la justicia militar. Al brazo, la justicia civil.

CELEBRACIÃ?N DE LA VOZ HUMANA

Tenían las manos atadas, o esposadas, y sin embargo los dedos danzaban, volaban, dibujaban palabras. Los presos estaban encapuchados; pero inclinándose alcanzaban a ver algo, alguito, por abajo. Aunque hablar estaba prohibido, ellos conversaban con las manos.

Pinio Ungerfeld me enseñó el alfabeto de los dedos, que en prisión aprendió sin profesor:

-Algunos teníamos mala letra -me dijo-. Otros eran unos artistas de la caligrafía.

La dictadura uruguaya quería que cada uno fuera nada más que uno, que cada uno fuera nadie: en cárceles y cuarteles, y en todo el país, la comunicación era delito.

Algunos presos pasaron más de diez años enterrados en solitarios calabozos del tamaño de un ataúd, sin escuchar más voces que el estrépito de las rejas o los pasos de las botas por los corredores.

Fernández Huidobro y Mauricio Rosencof, condenados a esa soledad, se salvaron porque pudieron hablarse, con golpecitos, a través de la pared. Así se contaban sueños y recuerdos, amores y desamores; discutían, se abrazaban, se peleaban; compartían certezas y bellezas y también compartían dudas y culpas y preguntas de esas que no tienen respuesta.

Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada.

PROFESIÃ?N DE FE

Sí, sí, yo sé que somos todos hijos del sombrío matrimonio de la mentira y el miedo, pero también sé que todos tenemos el derechos de buscar la dignidad y la belleza, y que tenemos la obligación moral de encontrarlas, y que encontrándolas encontramos contemporáneos en cualquier lugar del tiempo y compatriotas en cualquier lugar el mundo. Y sé que cada vez que esto ocurre, y mientras eso dura, uno tiene la suerte de sentir que uno es algo en la infinita soledad del universo: algo más que una ridícula mota de polvo, algo más que un fugaz momentito.

EL MIEDO

El miedo seca la boca, moja las manos y mutila. El miedo de saber nos condena a la ignorancia: el miedo de hacer nos condena a la impotencia. La dictadura militar, miedo de escuchar, miedo de decir, nos convirtió en sordomudos. Ahora la democracia tiene miedo de recordar. Enfermos de amnesia, repetimos la historia en lugar de cambiarla. El miedo, miedo de vivir, miedo de ser, miedo de perder, es el más jodido de los hijos numerosos de la muerte.

Eduardo Galeano.

Uruguay, 1940-2015.

Escritor y periodista.

Para tus amigos: