VÃctor Paz Estenssoro, Hernán Siles Zuazo y Juan LechÃn Oquendo, formaron el triunvirato de la Revolución Nacional (aunque les arda a los pequeños insurreccionistas), que comandaron la más profunda transformación del Siglo XX. Humanos como eran, los tres tenÃan grandes virtudes y defectos a la par, que poco a poco, los fueron separando al uno del otro, provocando enfados y rencores que al parecer no se curaron nunca, y por culpa de dichas broncas, cada que pudieron, se hicieron la vida imposible mutuamente, en guerras sin cuartel como la que hubo entre 1982 y 1985 sin ningún tipo de consideración.
Fue en dicha reunión donde la escena en cuestión, tuvo su lugar. Una dama, dirigente minera que estaba muy cerca al presidente, tomó la palabra durante una reunión que de por si ya estaba bastante caldeada, y emocionada hasta el lÃmite, le empezó a cuestionar y fustigar al mandatario sobre todo por el desabastecimiento de la canasta básica. De pronto levantó una olla de aluminio de importante tamaño y la que comenzó a zarandear y golpear con una cuchara de palo y a poco estuvo de lanzarle la olla a un asustado presidente, mientras gritaba a viva voz improperios y hasta insultos contra la autoridad.
La minera perdió el control, sus palabras subidas de tono, fuera de contexto y con claras muestras de que la situación podÃa empeorar hizo que la reunión pierda todo sentido y razón de ser.
La seguridad se hizo cargo, el gobernante abandonó la cita y todos quedaron absolutamente desubicados por lo que pasó y hasta don Juan se dio cuenta que habÃa estirado demasiado la pita y las cosas se le salieron de control.
Y es que, en la vida, cuando uno va transitando por ella, tiene que ser analÃtico de vez en cuando y saber el momento exacto para los cambios, asà estos representen un dolor y hasta un martirio difÃciles de superar. No se puede remar contra corriente, hacer las cosas por propia voluntad sin que a uno le importe nada; lo que la familia, los amigos, el entorno, el paÃs y hasta el mundo le grite a viva voz.
La ascensión al cargo por segunda vez de Nicolás Maduro y el profundo respaldo brindado por Evo Morales, es una verdadera afrenta al mundo y al sentido común en su generalidad. El planeta casi en su integridad está desconociendo la legitimada de esta toma del poder y la situación por la que está llevando a su paÃs al despeñadero, está lindando los lÃmites de lo verosÃmil.
Pero si los que se creen irreemplazables, son dos personajes como el hijo de Chávez y el hijo de Katari, es hasta vergonzoso que tengan que echarse flores entre ellos, para escuchar los elogios de alguien en semejante mar de crÃticas.
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