Jueves 10 de enero de 2019
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Aunque soy abogado, no me atrevo a opinar sobre el trabajo que realiza, en su cargo, el presidente del Tribunal Supremo de Justicia (TSE), José Antonio Revilla. Para ello, tendría que estar asignado a la cobertura del ?rgano Judicial, hacer un seguimiento diario -que requeriría volver a vivir en Sucre-, revisar sus fallos? en fin? tendría que acopiar suficiente información antes de abrir la boca o apretar las teclas.
En cambio, soy periodista con 30 años de ejercicio y no solo la práctica diaria sino el estudio de la historia del periodismo me permite hablar sobre lo que pasaba y pasa dentro y fuera de él. Por eso, sé que los ataques de los gobiernos no son una conducta particular de determinado partido o régimen sino de todos.
La prensa independiente es una piedra en el zapato de cualquier gobierno, sea de izquierda, derecha, revolucionario, conservador, progresista, mantenedor del orden establecido o populista. Es el ojo avizor que espía permanentemente por encima de los hombros de los detentadores del poder y, si es necesario, se sumerge en la investigación para ver si está usando adecuadamente los bienes que son de todos, no del partido en función de gobierno.
Para los partidos, la mejor prensa es la que no existe y si existe tiene que estar controlada, sometida. En los 13 años que lleva de ejercer continuamente el poder, este gobierno ha logrado controlar parcialmente al periodismo comprando medios a través de terceros. Así ha moderado varias voces y plumas pero no puede hacer lo mismo con todos. Los que quedan fuera del esquema son los no alineados, los díscolos, y a esos los castiga negándoles publicidad y desprestigiándoles con la cantaleta de que "son de la derecha".