Pese al infortunio y la incertidumbre que padece la caravana migrante en el municipio mexicano de Tijuana, centenares esperan cumplir su particular sueño americano el próximo 2019.
Dentro de El Barretal -centro de espectáculos habilitado como albergue por las autoridades federales para enfrentar este fenómeno que trastocó la vida fronteriza e internacional- continúan unos 2.000 migrantes de los casi 9.000 que en su momento reportó la autoridad municipal.
Y aunque se encuentran a pocos kilómetros de la frontera, los migrantes consultados vislumbran su futuro inmediato como incierto y más difÃcil, por las barreras y obstáculos que han encontrado y por estar lejos del hogar.
Con sus pocos recursos, Torres se prepara para la Nochevieja como la hondureña Suyapa Lameli y su amiga Norma Araceli, quienes regentan un humilde -e improvisado- puesto de comida.
Para ellas el Año Nuevo será diferente. Lejos de sus pueblos de origen y de sus demás familiares. Trabajarán hoy, mañana y pasado mañana, en su puesto de comida para obtener dinero y mantenerse, en tanto se resuelve su situación.
Tanto ella como Norma Araceli preparan pollo frito y pollo guisado, arroz, frÃjoles y ensalada. Venden el plato a 50 pesos (unos 2,5 dólares).
Los alimentos harán las delicias de los hondureños esta Nochevieja y, según bromean las cocineras, son mucho menos picantes que la comida mexicana.
"Al rato van a estar las baleadas", presumió Norma Araceli al hablar unas bolas de masa de harina preparadas con mantequilla y frijoles y tÃpicas de su paÃs.
Antes de este albergue, Suyapa Yameli Gómez Soles vivÃa en Ohio, Estados Unidos, con una visa por diez años. Pero renunció a todo para viajar por su hija de 18 años y llevarla con ella al paÃs del norte.
Y sobre todo, porque "están matando a los niños" en Estados Unidos, afirmó en referencia a los dos menores guatemaltecos que han perdido la vida bajo la protección de la Patrulla Fronteriza.
Como ellas, hay centenares de historias que corresponden a cada uno de los migrantes a quienes la inminencia de un nuevo año les tomó alejados de su paÃs -Honduras, El Salvador y Guatemala, mayoritariamente- y de los suyos.
Salieron de sus naciones por temor, por la violencia existente y porque buscan un trabajo que les permita salir de la crisis económica. Carlos, de 28 años de edad y originario de Olancho, Honduras, sigue con su intención de cruzar pese a las reiteradas amenazas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Llegó en el segundo grupo de la caravana migrante. Y de oficio albañil se sumó a los peregrinos centroamericanos porque en su lugar de origen le pagan un salario de subsistencia.
Y en tanto esperan, desde el centro del refugio se observa cómo unos migrantes pusieron su arbolito con esferas y luces para recordar la Navidad, festividad que les mostró la cara solidaria de Tijuana cuando numerosas personas y organizaciones civiles les obsequiaron comida como pavos y paella, además de regalos.
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