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Domingo 30 de diciembre de 2018

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Cultural El Duende

Entre lo dionisiaco y lo apolíneo. Reflexiones de filosofía política por Fernando Molina

30 dic 2018

Erika J. Rivera. La Paz. Escritora

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Fernando Molina es un prolífico escritor contemporáneo, galardonado en 2012 con el premio Rey de España de Periodismo Iberoamericano. Entre sus obras más destacadas se hallan: "René Zavaleta. La etapa nacionalista" (2011), "La trayectoria teórica de Antonio Negri. De Marx al radicalismo postmoderno" (2012), "Democracia e izquierda. Encuentro de dos tradiciones" (2015), "El nacimiento de la idea liberal en Bolivia" (2016) y su último libro "El cholo dionisiaco. En el eje Nietzsche-Medinaceli" (2018). Ha sido director del semanario Pulso y es corresponsal de El País (Madrid) en La Paz. Es también una personalidad activa en las redes sociales mediante sus textos sobre economía, política y cultura bolivianas, y no hay duda de que es muy escuchado en el país. Como historiador de las ideas, en sus últimos escritos ha construido un amplio análisis sistemático, mediante el cual nos muestra la difícil carrera del liberalismo en el territorio boliviano, que conforma hasta hoy una sociedad organicista, donde cada uno tiene su sitio y su función predeterminada (como en un organismo que funciona bien) y donde hay poco terreno para ideologías y programas que se basan en el desempeño personal y en ambiciones individuales, sobre todo si son divergentes con respecto a los valores y orientaciones prevalecientes. Con sus libros Molina logra plasmar una simbiosis política y literaria de un orden conservador que proviene de muy atrás y que tiene raíces profundas.

Esta temática reaparece en su nuevo libro, cuyo título es casi el mismo del capítulo introductorio: "El cholo dionisiaco en el eje Nietzsche-Medinaceli". En líneas generales se trata del fenómeno del "encholamiento". Antes de la Revolución Nacional de 1952 predominaban ideologías racistas que correspondían a las estructuras sociales bolivianas, lo que significaba discriminación a gran escala. Molina nos dice que el encholamiento ha sido un fenómeno de resistencia natural a ese espíritu discriminador, pero también era considerado un fenómeno que tendía a perturbar y trastocar ese mundo profundamente conservador y condenado a desaparecer en el largo plazo. Carlos Medinaceli como autor y su novela "La Chaskañawi" -su obra más conocida y leída- es el reflejo de una posición original y crítica frente al racismo discriminador de la época.

Medinaceli, como varios autores latinoamericanos de su época, descubre a Friedrich Nietzsche y se adhiere a una posición que pone en duda el racionalismo occidental entonces predominante. La contraposición nietzscheana entre lo apolíneo y lo dionisiaco, es decir entre lo ordenado racionalmente y los impulsos elementales del subconsciente, sirve para brindar una nueva dignidad filosófica a todo lo que tiene que ver con los instintos, los sentimientos, las emociones y las pulsiones de la existencia. Es una celebración de la vida que no se deja reducir a las convenciones de la racionalidad política, a la mesura de los códigos morales o a los cálculos económicos del momento. Dionisio es el dios de la ebriedad, pero también la deidad de lo trágico, de la fuerza vital que subyace a todo pensamiento. Es asimismo una de las manifestaciones de la pulsión primordial que mueve al universo: la voluntad de poder. Hay que enfatizar que esta fuerza dionisiaca es también la base del telurismo, del vitalismo, y de corrientes nacionalistas en América Latina. Nietzsche y muchos pensadores en Europa y el Nuevo Mundo, tienen el mérito de haber percibido los límites y las imperfecciones de la modernidad y, simultáneamente, haber redescubierto los aspectos positivos de lo premoderno. Estos últimos son vistos como una dimensión superior, sagrada, situada por encima de los prosaicos valores técnicos y racionales de la modernidad occidental.

Medinaceli, según nuestro autor, es el paladín de los instintos profundos de la sociedad boliviana, que se expresan en procesos carnales, políticos y estéticos. De acuerdo a Molina, la fuerza dionisiaca se manifiesta hoy en diferentes actores sociales que desconfían de la mesura racionalista y que quieren dejar su huella sobre la naturaleza y la historia. Molina escribe que "el cholo nuevo no tiene la razón ni quiere adquirirla". Ha construido su propia razón histórica, "que no es otra cosa que la remodelación de Bolivia a su imagen y semejanza".

Molina sostiene que Carlos Medinaceli fue "el mayor creador del fenómeno del encholamiento". Este fenómeno existía en la realidad desde tiempos remotos, pero de manera dispersa y fragmentaria, "hasta que Medinaceli logró estilizarlo, es decir, darle una existencia estética e intelectual". Nuestro autor asevera que Medinaceli concibió la Chaskañawi como una obra literaria, pero con un profundo trasfondo sociológico y político, lo que explicaría hasta hoy la resonancia y la popularidad de esta novela.

Para Molina el encholamiento auspiciado por Medinaceli era un acto de insubordinación contra el mundo conservador previo a 1952. Podemos calificar a Medinaceli como un opositor a las concepciones modernizantes de Alcides Arguedas, quien idealizaba lo extranjero y proponía un orden racionalista muy cercano a lo apolíneo. Según Molina, Arguedas y la élite liberal tenían miedo a las expresiones, a veces violentas, de los instintos dionisiacos de las clases populares. En la Chaskañawi Molina percibe que Medinaceli se solaza con los fenómenos dionisiacos por excelencia, que son la fiesta, la embriaguez y la lujuria interétnica. Medinaceli, que no era un espíritu de lógica severa, critica repetidamente a los cholos y sus orgías dionisiacas, pero lo más probable, nos dice Molina, es que este autor habría sucumbido a lo dionisiaco en sus manifestaciones de sociabilidad y sexualidad. Molina llega a la conclusión de que Medinaceli levantaba "su voz aguardentosa y, como encarnación humana de un Dios ebrio, llama y aún clama por una moral de la pasión y del deseo, una filosofía de la hibridez y de la comunidad".

Los otros ensayos del libro tratan sobre temas de filosofía política como ser: "La democracia contemporánea", "El pluralismo de ideas y opciones", "Las ideas filosóficas que acompañaron la revuelta estudiantil mundial de 1968" y lo que Molina llama "La religión del progreso". Este último tema nos brinda un análisis interesante sobre las potencialidades, a veces negativas, del desarrollo económico y de un sistema social basado exclusivamente en la creencia de que el crecimiento material solo traería bendiciones al país. Molina nos muestra que también en Bolivia se dieron enfoques teóricos críticos con respecto a la religión del perpetuo progreso.

Esto llevó a nuestro autor a una crítica de las concepciones clásicas de la historia marxista, que en el caso boliviano se plasman en su obra "El pensamiento boliviano sobre los recursos naturales" (2009). Este autor nos ha mostrado un amplio arco de temas, que trata con una lógica diferente a la usual en Bolivia. En la obra "Democracia e Izquierda", Molina reconstruye la historia política e ideológica de la izquierda boliviana a partir de 1971 (comienzo de la dictadura banzerista). Esta historia comprende no solo lo que aquí se conoce y celebra como la lucha de las fuerzas progresistas contra la reacción más dura, sino también las controversias internas dentro el amplio sector de la izquierda boliviana y sus diferentes acepciones de lo que sería una democracia genuina. Molina nos muestra la importante participación de tendencias socialdemocráticas a través de dos fenómenos poco estudiados: la colaboración teórica y práctica de fundaciones extranjeras, por un lado, y la lenta construcción de fuerzas nacionales favorables a la democracia pluralista moderna, por otro. Este desarrollo es el que ha hecho posible la ampliación de la participación popular en la vida política del país como la conocemos hoy.

Por lo expuesto, podemos afirmar que Fernando Molina ha construido un edificio teórico amplio e interesante, que nos muestra la diversidad del pensamiento político-social en Bolivia, que no puede ser considerado como un fenómeno monocolor. Creo que la crítica de Molina al socialismo actual postmoderno, personificado por Antonio Negri, reconstruye en un lenguaje sencillo la evolución de una teoría que empezó como crítica de la economía política y se transformó en un romanticismo antimodernista, antiliberal y antidemocrático, inspirado por autores tan disímiles, pero tan apreciados en América Latina como Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger.

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