Lunes 24 de diciembre de 2018
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Después de Jesús y al lado de Ã?l, como protagonista, la mujer más representativa en el tiempo litúrgico del Adviento es la Virgen MarÃa. Vale decir que de su "SÃ" dependió la encarnación del Verbo de Dios que se hizo uno de nosotros. Por eso la Iglesia vuelve durante el Adviento la mirada a aquella mujer, sencilla y humilde, en cuyo seno purÃsimo habitó durante nueve meses el Hijo del Padre Celestial. Por ello muchos fieles fijan la mirada en MarÃa bajo la advocación de la "Virgen de la Dulce Espera", cuya devoción se ha ido incrementando en las últimas décadas.
Se trata de una advocación de antigua data, cuyos orÃgenes se pierden en la historia del cristianismo primitivo con profundas raÃces bÃblicas. Ya en el Antiguo Testamento el profeta IsaÃas anunció la gran señal divina de la "doncella encinta que dará a luz un hijo al que se pondrá por nombre ´Emmanuel´, que significa ´Dios con nosotros´" (Is 7, 14). Está profecÃa se cumplió plenamente en la Virgen MarÃa, en cuyo primer óvulo, habilitado por la Rúaj Santa, se encarnó el Hijo de Dios y se hizo hombre (Lc 1, 35).
A partir de ese momento MarÃa, es la Madre del Hijo de Dios, colaboradora Ãntima del Dios Padre y de la Rúaj Divina, protagonizando el gran misterio de la religión cristiana, que abre el estricto monoteÃsmo judaico, aceptado por la religión islámica, hacia una nueva visión de Dios como Familia Trinitaria.
Avisada de otra señal extraordinaria por el ángel Gabriel, MarÃa encinta visitó a Isabel, también encinta. Ã?sta, llena de la Rúaj Santa, sintió en su vientre los altos de alegrÃa de su hijo, el futuro Juan el Bautista, al escuchar la voz de saludo de la Virgen MarÃa. Isabel exclamó: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre (Â?). Feliz tú que has creÃdo porque todas las cosas que te fueron dichas de parte del Señor se cumplirán" (Lc 39-45). De este diálogo la piedad popular ha compuesto el "Ave MarÃa", la oración mariana más rezada en la Iglesia Católica.
Por ello no es de extrañar que ya desde los primeros tiempos del cristianismo surgiera entre los fieles la celebración de la fiesta de la Encarnación, el 25 de marzo, inicio del embarazo de la Virgen MarÃa, cuyo término a los nueve meses, el 25 de diciembre, es la gran fiesta de la Navidad. Sin embargo, al caer de la Encarnación en Cuaresma, tiempo eminentemente penitencial, surgió un movimiento tanto en Oriente como en Occidente para celebrar este dÃa en el tiempo litúrgico del adviento, que antecede a la Navidad.