La excarcelación de 52 presos políticos por el Gobierno cubano podría ser el aviso de una apertura del régimen dictatorial que gobierna la isla desde hace medio siglo. La muerte por huelga de hambre del opositor Orlando Zapata, el ayuno voluntario de Guillermo Fariñas, suspendido por la noticia de la excarcelación, así como las marchas de sus esposas “vestidas de blanco” también han desatado su efecto positivo. Pero no es suficiente para creer que el Gobierno se democratiza. Tendrá que liberar a todos los presos políticos, desmantelar todo el aparato legal represivo que todavía espía, intimida y apresa a los disconformes y abrir más ventanales para que entre la luz de la libertad.
La actuación hábil y paciente del cardenal Jaime Ortega fue decisiva. No tuvo otro motivo que el humanitario. A última hora se sumó el ministro de Asuntos Exteriores de España, Miguel Ángel Moratinos, quien aportaba el apoyo de su país que se había comprometido a tramitar frente a la Unión Europea la supresión de la “Posición Común”, consistente en no mantener relaciones con Cuba mientras el Gobierno de La Habana no haga cambios políticos y económicos en la isla. La excarcelación es un paso, pero no suficiente. Todavía quedan 75 detenidos políticos.
Hay que tener en cuenta que medio siglo de férrea dictadura causa tales distorsiones, sea en la organización político-administrativa como en las mentes de la mayoría de los ciudadanos, y la transición ha de ser costosa y lenta. Lo más laborioso será el cambio de mentalidad del ciudadano medio cuyas ideas machacadas día tras día por la indoctrinación y la intimidación castrista perdieron su capacidad crítica. Si el régimen te lo da todo pensado y digerido, y no te permite pensar ni hablar ni obrar de forma distinta y competitiva las mentes acaban aborregándose pensando, hablando y actuando como robots programados.
No obstante, ya existía en Cuba un despertar de la conciencia democrática. A muchos les costó el ostracismo social e incluso la cárcel. Otros, como la “bloguera” Yoani María Sánchez, tuvo que soportar vejaciones. Pero siguió trabajando por medio de internet, dando un valiente testimonio veraz y convincente de lo que va ocurriendo en su país. A otros, los míseros salarios, la escasez de productos de primera necesidad, les desvelaron la burda mentira castrista.
Las dictaduras dejan surcos profundos que esterilizan por mucho tiempo los primeros brotes de libertad. Cito expresamente la liberad de expresión y de asociación (sindicatos, partidos políticos), elecciones libres, funcionamiento autónomo de los tres poderes del Estado, libre empresa, prensa libre, y demás condiciones democráticas.
Es previsible que, así como al Muro de Berlín lo derrumbaron los propios alemanes del Este, el desmoronamiento del régimen castrista deberán ejecutarlo los cubanos. Tanto más cuanto que el castrismo se benefició de la insularidad del país. La inexistencia de fronteras terrestres con otros vecinos democráticos alejó geográficamente a Cuba de los antídotos para exterminar la infección castrista. Así que, la democratización de la isla es tarea que los cubanos tienen que cumplir desde dentro de la isla, aunque los de Miami tendrán su parte. Lo cual complica más la deseada transición.
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