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Domingo 16 de diciembre de 2018

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Cultural El Duende

Jaime Nisttahuz

16 dic 2018

Jaime Nistthauz Parrilla. La Paz, 1942. Poeta, periodista, narrador y crítico cinematográfico. Entre otros, ha publicado: Barriomundo (novela, 1993). En poesía: Escrito en los muros (1976), El murmullo de las ropas (1980), Palabras con agujeros (1983), La humedad es una sombra y otros poemas (1992), Recodo en el aire (2003). Narración: Fábulas contra la oscuridad (1994) y Desquiciados, maníacos, diferentes (2010). Los poemas que aparecen a continuación forman parte de "Noche de Arawikus - Encuentro de 15 poetas de Bolivia", 1989

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Íntimamente como piedras

Da lo mismo si comenzamos

al reverso de un documento

o escuchando aún la puerta que nos cerraron.

Quiero soplar a través de ti

para que entiendas tus propios signos.

Invitas los caminos más difíciles

donde estás de espuma

donde mis ojos arañan

se incrustan

y en mis narices pierdo el cuerpo.

Ni la música puede ya rescatarme.

Despellejo mis orejas

busco en los libros:

desgraciado el que huye de sí mismo.

Las lágrimas no importan

Quiero encontrar el nombre de las piedras que amas

(tus arenas son mis pasos).

Podría ser historia

y es canción.

Un torrente de ti de mí

Del poema que escribimos hasta llegar

desatados / escandalosos

a destrozarnos

en el intento de hacernos

transparentes y totales.

Cada día es un puñal

Cada día es un puñal

el fruto de no saber

o algo que dejar.

La música resulta una forma de la edad. Si hay alguna equivocación, dibuja en la pared como un niño, el cuerpo de una mujer deseada, a ver si el mundo queda en sus nalgas.

Si calentarnos las manos al fuego de un basural, qué precio dar a las desilusiones.

Hasta el polvo que nos rodea parece apaciguarse en la noche. O tal vez en la oscuridad y mientras dormimos se adueña más de nosotros (tanto ignoramos lo que vemos que nos asustan nuestros sueños).

Quién no ha tenido junto a la sombra un caballero andante, un suicida por compromiso con la vida más que en la muerte, quién no ha pateado silla con la soga al cuello.

Nos devora la insatisfacción, escucho murmurar a Borges.

Cada quien es francotirador tras un refugio de naipes.

[Envejecemos]

Envejecemos? Va quedando de interlocutor solamente el silencio. Como si habláramos con nosotros mismos o con esos fantasmas que tenemos al lado nuestro.

(No sé si es el ladrido de los perros o el crujir de los techos de estas casas lo que mantiene en vilo mis palabras para que no se ahoguen entre ellas y sus espejos, para que alumbre y caliente el fuego de sus maderos).

Nuestras actitudes acaban y no acaban. Tienen de lluvia, tienen de viento, también de piedra como todo lo que puede herirnos.

El olor de nuestra ropa mojada es un alambre de nuestro destino. Las mujeres son puentes de cristal.

Pequeños todos, continuamos buscando lo escondido, escondiéndonos como animales asustadizos.

Quebranta su aliento el poeta para justificar el relámpago y el pudor, al mismo tiempo su algarabía y la densidad de lo que se apaga.

Voy perdiendo dientes, voy perdiendo cabellos, y no siento música alguna falsear este cadáver.

¿Será que nos basta una vida para derrotar a la muerte?

Las costumbres nos herrumbran, buscan destruir nuestras contradicciones.

Nos parecemos a una luz bebiéndose en lo que bebemos, alumbrándose en lo que alumbramos.

Noética

Juguetes son las palabras

fragmentos de humo

encendidos carbones

sombras de un cuento

reiteradamente inconcluso

nubes que nos aplastan

golpeándose las palabras.

como enemigas

del inventario

de nuestra desnudez

Para tus amigos: