La situación de la minoridad respecto a la delincuencia es el pozo de conflictos y tensiones que origina esta problemática en las sociedades; ostenta su sustrato en las tendencias de desintegración presentes en nuestro sistema sociocultural: divorcios, separación de hecho, violencia intrafamiliar y padres demasiado ocupados en sus realizaciones personales relativas al trabajo o la profesión que genera una peligrosísima ausencia de diálogo cotidiano, conforman un espectro negativo en la personalidad y conducta de los menores, siendo la delincuencia juvenil una de sus expresiones más acabadas.
No se advierte diligentemente que los menores se hallan en un proceso de desarrollo orgánico y psicosocial que constituyen las etapas más importantes de este proceso en los humanos. En los adolescentes se transforma su mundo corporal condicionando la irrupción de nuevos impulsos orgánicos y psicológicos que en la generalidad sobrepujan la voluntad.
La metamorfosis del adolescente transforma su mundo social y cultural y, es en este momento que el joven adolescente reelabora sus esquemas valorativos y pautas adquiridas en la niñez, que fueron fruto de una provisional actitud de imitación frente a la vida y comienza a internalizar los elementos normativos de la sociedad con profundidad y definición, previa una selección con impronta eminentemente personal.
Esta selección precitada es vital y depende fundamentalmente de la experiencia total del adolescente que definitivamente está determinada por el ambiente físico y sociocultural. Un clima persistente de anomia entendida como un estado de desorganización social que muchas veces resulta en la desaparición parcial o total de las normas y valores comunes, afecta sensiblemente al proceso de internalización.
La equívoca socialización desplegada por los mayores en el contexto de los diversos grupos de amigos y conocidos en los cuales actúa el adolescente se debe y arrastra causas en que se inculcan valores y pautas sociales que se evidencian contradictorias entre sí y, además reñidas con el orden fáctico y con el comportamiento real de los adultos.
Esta actitud, casi histriónica, no ayuda en nada a la evolución normal y sin pausa del adolescente adosándole una personalidad inmadura con innumerables rasgos contradictorios que forjan una conducta desacorde a las prescripciones de los roles en el sistema social; además, la asunción de un marco normativo en cierto grado opuesto al vigente en el orden social en general, origina ineluctablemente una conducta desviada.
Otra circunstancia fáctica que perjudica ostensiblemente a los adolescentes es el clima de promoción de bienestar que es inherente al proceso de modernización, que les inculca la sobrevaloración de los aspectos económicos y del confort, situación que debe ser detectada por padres diligentes, de no ser así, induce a los jóvenes a la persecución y goce de todos los bienes, muchas veces aplicando la peligrosa máxima "el fin justifica los medios".
Las trasformaciones de los sistemas sociales y el crecimiento imparable de las ciudades deben considerar la protección de los adolescentes, pues les retarda la superación de las etapas del desarrollo psicosocial y favorece las tendencias la conducta desviada como válida protesta y rebelión hacia el mundo de los adultos.
(*) Abogado, posgrados en Interculturalidad y Educación Superior, Arbitraje y Conciliación, Filosofía y Ciencia Política (maest), autor del libro" Adolescencia", Edit. Sagacom 2.017, La Paz, Derecho Aeronáutico, doctor honoris causa con tesis aprobada.
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