Una Revolución, en la Utopía final, sólo puede existir si es capaz de pensarse constantemente, de revisarse, de renovarse, es decir, de revolucionarse permanentemente. Debe subvertirse una y otra vez para conseguir el avance de todas las liberaciones y el retroceso de todas las dominaciones. Los revolucionarios cayeron en la podredumbre de la repetición dogmática de los esquemas, de las soluciones discursivas fáciles, sin enfrentarse con osadía a los problemas en un ámbito de profunda reflexión crítica. Las generaciones de revolucionarios que debieron educarse en el comunismo, fueron formadas para justificar los errores del régimen burocrático, utilizando muchos subterfugios como pretexto para respaldar la pésima conducción de la economía y la idiotización teórica de las masas.
La Revolución, por esencia y forma, solamente debe conducir irremisiblemente al cambio total, pero no tiene que obligar a criticar, sino inducir a la reflexión y acción porque sino no tendría razón de ser. Los revolucionarios no tienen que pensar en un sentido perverso, están predestinados por la historia a convencer a la gente de su necesidad práctica y teórica. Lo contrario significaría su desnaturalización política y su muerte teórica.
La Revolución sólo existe para la transformación, en ningún caso para la represión o la matanza. En la historia de la Humanidad hubo incontable cantidad de "revolucionarios falsos" que asesinaron y cometieron los peores crímenes en nombre del marxismo y la vida les condena por sus torpezas.
Hay que matar "la idea de la reacción política y económica" pero no a su sujeto físico a no ser que sea absolutamente necesario y en una situación de guerra fatal. Tiene que cambiar al ser humano en su esencia, transformar a su otro yo en sí, al "homo sapiens alienado y pervertido". En ello radica la diferencia fundamental con una opinión cierta, y quizás parcializada, de los políticos tradicionales. Ahora bien, hay que destruir la idea de la reacción política en la estructura de su pensamiento, no obstante con el debate y no, absolutamente no, con la represión, ahí radica la esencia del revolucionario marxista.
El revolucionario debe convencer a la gente y no obligarla a lo que no siente conciencialmente, debe inducirla al cambio verdadero. En esto radica su objetivo, que no es tema minúsculo.
Y el marxista de "corazón y mente" está obligado a transformar no solamente las relaciones materiales de producción, sino, principalmente, las ideas. Un político marxista depende de su entorno, pero, fundamentalmente, de la coyuntura, o sea del conjunto de situaciones que aseguran su bien o su mal, y de ello no debe olvidarse nunca a riesgo de perecer física o mentalmente. Además, debe considerar que el verdadero poder no radica, ni descansa, en el despotismo de la mayoría circunstancial del voto electoral, sino en su legitimidad consciente.
La Revolución francesa murió en la vorágine de sus crímenes totalitarios, pero, a su vez, vivió en la justeza de sus ideas, en los principios del nuevo derecho que creó, aunque parezca contradictorio expresarlo así, del imperio de la palabra y del disenso.
Una Revolución no debe implicar millones de minusválidos mentales, al menos debe proponerse cambiarlos en su pensamiento y obra y realizarlo. Así, de esta manera se exterioriza y reivindica su justeza, su ubicación correcta en el escenario histórico.
La Revolución Comunista no es fácil, al contrario, su camino hacia el futuro está lleno de dificultades y obstáculos, de los más difíciles y tortuosos, pero su maravilloso contenido radica precisamente en que es capaz, cuando es auténtica, de sortear hasta lo imposible para hacerse real en la vida de un pueblo.
No se hace para caer en el oscurantismo tribal, esclavista, feudal, capitalista o fascista, sino para salvar a la Humanidad de su propia y manifiesta intolerancia racista, de sus odios cotidianos y de sus rencores revanchistas.
Y la historia futura lo demostrará, no la de la actual Bolivia que huele a tragedia nacional. Su contenido representa lo mejor de la decisión de lucha de los seres humanos, su determinación de afrontar todo, de arriesgar hasta la vida misma por la causa de la liberación social que produce la verdadera Revolución. La bandera roja y la hoz y el martillo, además de la estrella, están presentes como símbolos maravillosos del comunismo universal.
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