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Domingo 02 de diciembre de 2018

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Cultural El Duende

Don Manuel en Bolivia

02 dic 2018

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Deseo dedicar unas líneas a un eminente pensador hoy totalmente olvidado, que pasó una larga temporada en Bolivia (1985) y que publicó un libro relativamente temprano sobre el indianismo de este país (1993). Emanuel Sarkisyanz, de origen armenio, hombre de visión cosmopolita y enorme encanto personal, me impresionó profundamente. Era diferente en sumo grado a un profesor alemán. Cuando lo conocí era catedrático titular en la Universidad de Heidelberg, donde se distinguió analizando los curiosos y estrechos vínculos entre el budismo -la religión de la renuncia y la dulzura- y las terribles dictaduras del Asia Sudoriental. Los catedráticos conservadores pensaban que Sarkisyanz hacía un uso indebido e indecoroso del fenómeno religioso. Los intelectuales progresistas lo despreciaban porque él no atribuía una importancia decisiva a las relaciones económicas, a la lucha de clases y a los movimientos socialistas insurgentes. Precisamente por ello me cayó muy bien. En todas mis visitas a Heidelberg percibí que izquierdistas y derechistas no podían ocultar la molestia y hasta la envidia que les producía una persona de verdadero talento, espíritu crítico y conocimientos universales como era Sarkisyanz. No era, por supuesto, un especialista. Siguiendo las modas norteamericanas que ya dominaban el ámbito académico, que también han resultado obligatorias entre los pensadores progresistas, sus colegas hubieran preferido que él se limitara a ser un experto en fenómenos socio-políticos de Birmania, restringidos, además, a los años entre 1950 y 1970, temática con la cual había comenzado su carrera. Así no incomodaría a los otros catedráticos mostrándoles su espíritu provinciano, que es lo que él hacía mediante sus muchas obras sobre los temas más diversos.

Don Manuel, como le gustaba que lo llamen, publicaba libro tras libro -todos muy bien documentados y bellamente escritos- con una tendencia planetaria. Entre otros asuntos investigó, por ejemplo, el trasfondo religioso-milenarista del comunismo soviético, la evolución cultural y política de la India, la historia de Armenia, la independencia de las Filipinas, los comienzos de las ideologías fascistas en Gran Bretaña, Alemania y Rusia y las creencias religiosas en las sublevaciones mayas de Yucatán.

Le debo muchas ideas y sugerencias para uno de los temas que más me ha preocupado hasta ahora: los nexos entre la religiosidad popular, el maniqueísmo político y la cultura del autoritarismo en América Latina. Sarkisyanz me llamó la atención sobre la sedimentación de los fenómenos que acabo de mencionar en la mentalidad de los líderes de los partidos de izquierda. Se notaba que Don Manuel tenía muy poca simpatía por los partidos marxistas y comunistas. En el momento de conocerlo personalmente (1985), su afecto y sus esfuerzos investigativos estaban dirigidos hacia los movimientos indigenistas e indianistas de América Latina. Ese afecto nunca enturbió su capacidad analítica. Dedicó a esta temática los últimos años de su vida, que los pasó en Mérida (Yucatán), donde falleció, rodeado por sus perros, en 2015. Sarkisyanz era, sin duda, un romántico, pero de talante crítico, atraído por el exotismo de las periferias, pero mitigado por su cosmopolitismo y las desilusiones sufridas en sus años jóvenes.

Cuando visitó Bolivia hablamos largamente en torno a su brillante estudio de 1955, hoy totalmente olvidado, titulado: Rusia y el mesianismo oriental. Este libro, basado en amplios materiales documentales y empíricos, nos muestra que los llamados saberes redentorios han sido parcialmente responsables por regímenes totalitarios, como fue el experimento iniciado en la Santa Rusia en 1917. Los saberes redentorios, unidos a formas dogmáticas de religiosidad popular y a la certidumbre de una misión sagrada e irrenunciable, integran literalmente todos los fenómenos histórico-sociales en una filosofía de la historia que promete a sus creyentes el paraíso en la Tierra, pero les exige obediencia total.

En la praxis política pueden ser altamente motivadores y despertar un gran entusiasmo que se extiende por décadas, pero no brindan una orientación democrática ni tampoco un impulso genuinamente crítico. Por aquel tiempo Don Manuel publicó en alemán varios escritos en torno al mesianismo político en el área andina, como El temblor en los Andes, el más conocido, y el libro dedicado a la memoria de Ramiro Condarco: Kollasuyo: Historia indígena de la República de Bolivia. Profetas del resurgimiento autóctono, que fue traducido posteriormente al castellano y publicado por la editorial Abya-Yala (Quito) en 2012. En Bolivia pasó totalmente desapercibido.

Sarkysianz afirmaba que había nacido en Irán en 1920, pero Wikipedia dice que fue en Bakú (Azerbaiyán) en 1923. Era de familia armenia, y como buen hijo de esta cultura dominaba varios idiomas a la perfección, poseía un gusto culinario espléndido y tenía una visión pesimista acerca de los designios humanos destinados a mejorar el mundo. Al igual que muchos escépticos, Don Manuel era un hombre indulgente con las flaquezas humanas y hasta mostraba una cierta comprensión con respecto a los horribles hábitos de la burocracia boliviana. Le gustaba que yo le relate detenidamente el calvario que es todo contacto de un ciudadano normal con las instancias estatales del país. Creo que utilizaba estas anécdotas para armar historias muy entretenidas que desembocaban en un tema central, que ha debido ser el trauma de su infancia y juventud: la indefensión y la vulnerabilidad de las personas corrientes ante los aparatos estatales que se distinguen por el comportamiento arbitrario de los funcionarios y la carencia de reglas claras. Sus narraciones tenían siempre el sabor local de Armenia y Persia, pero se percibía que les atribuía una especie de carácter planetario.

Cuando venía a casa siempre me traía un libro de regalo. Y, al mismo tiempo, iba directamente a la cocina y en pocos minutos y con escasos ingredientes preparaba platos exquisitos. Leyendo sus presentes me he convertido en un aficionado a las artes plásticas y la arquitectura en Armenia y Georgia. Al final de la tarde Don Manuel se ponía melancólico y se acordaba con mucho cariño de la patria de la infancia que ya no volvería a ver, esa Armenia o Persia embellecida por sus recuerdos, como él mismo lo admitía. ¿Pero qué haríamos si no tuviéramos por lo menos esa remembranza edulcorada?, me preguntaba retóricamente. Ya no sé si Sarkisyanz visitó Armenia después de su independencia en 1991. ¿Le habrían molestado la corrupción y la mala administración de la Armenia libre? Nos unía un vehemente interés por cuestiones ecológicas y la preservación de las especies en peligro de extinción; él adoraba a los animales pequeños. Y justamente hablando de la protección al medio ambiente es que Don Manuel me preparó a no tener ninguna esperanza en los designios humanos. Tomándose a sí mismo como ejemplo me dio una lección que nunca olvidaré: aquellos que tempranamente esbozan una buena explicación o descubren un fenómeno que debe ser investigado seriamente, son los incómodos precursores, los que serán olvidados radicalmente cuando la explicación o el fenómeno se hayan convertido en lugares comunes.

* Hugo Celso Felipe Mansilla.

Doctor en Filosofía.

Académico de la Lengua

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