Aterrada ante las noticias de la hambruna de su familia en su patria de origen, comenzó los trámites para conseguir que sus familiares vivan con ella en Bogotá. Como muchas personas que precisan documentos, sellos y firmas en las embajadas o consulados venezolanos, encontró filas interminables, burocracias agresivas, esperas.
"No conseguà antibióticos para mi esposo en todo Caracas. Un simple resfrÃo se transformó en pulmonÃa", comenta una venezolana de origen boliviano que llegó al paÃs a empezar de nuevo. Dos profesionales adultos, casi mayores, que contemplaron cómo sus ahorros se esfumaron.
Un joven consiguió vender su carro y sus bienes para pagar dos pasajes de adultos y dos pasajes de menores. Encontró un largo trancón por la falta de combustible y tardó más horas de las planeadas en llegar a la agencia de viajes. Ya el dinero no alcanzaba, la inflación se habÃa comido un pasaje y medio en menos de 24 horas.
Como en toda guerra, en el otro extremo hay decenas de venezolanos enriquecidos con el hambre de la mayorÃa. Muchos empresarios viven ahora entre Miami y Madrid, luciendo lujos y patrocinando fiestas que envidiarÃa la realeza europea.
En las oficinas de migración, cualquier turista debe esperar largos minutos- a veces horas- y contestar infinidad de preguntas. Adiós integración latinoamericana. El rechazo al forastero es evidente. ¿Dónde terminará esta historia?
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