Jueves 29 de noviembre de 2018
ver hoy
Nunca se miente tanto como cuando se hace política. Esto contribuye al descreimiento ciudadano en los dirigentes que, al fin, terminan ahogados por su mala conducta. En definitiva, la mentira es usada para ocultar conductas inmorales.
Hace poco se ha lanzado la iniciativa de que se dicte una ley contra la mentira, con el argumento de que hay que luchar contra la supuesta falsedad de los opositores y de alguna prensa, lo que -se afirma- distorsiona la imagen de buen manejo del Estado. En realidad, se trata de crear un instrumento legal que evite la publicación de observaciones y críticas, lo que va contra la libertad de expresión. Y esto, es otra forma de corrupción.
A las mentiras se añade el afán de justificar daños como los que resultan de estadios construidos en el medio de la nada, canchas de fútbol sin jugadores, museos sin visitantes, edificios sobredimensionados, inversiones fallidas y otras "lindezas". Pero, en realidad, esto demuestra que para los corruptos la crítica siempre es infundada.
La mentira, cuando se está en tiempo de elecciones, va más allá de exaltar pretendidos méritos. Entonces, los dardos se dirigen también contra todo lo pasado y queda, para los encumbrados, una sola verdad: el presente es siempre mejor -si está en sus manos, claro está. Pero, con esta conducta, no se comete una falta menor, puesto que, cuando se niegan denuncias por evidentes actos de corrupción, no se repara en que "no solo las coimas son corrupción. Decir mentiras también lo es" (Felipe Córdova, Contralor General de Colombia).