Miercoles 28 de noviembre de 2018
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Hay indicadores, como el de la justicia, que reflejan exactamente el nivel de desarrollo de un país. Así como es ella, así es ese país. Es también, sin duda, una de las más difíciles responsabilidades humanas. Quizás por eso y otras causas, desde hace tiempo se arrastra en Bolivia con el perfil de un desastre. Acaso sea objeto de discusión, pero una cosa está fuera de duda, y es que aquella guarda una estrecha relación con la democracia. Sin la independencia de poderes, no hay justicia. Así de simple y claro.
He aquí un testimonio. En Uncía se cometió un asesinato. Dos jovenzuelos fueron victimados con inaudita crueldad, a pedradas, al frente de una muchedumbre que contemplaba impasible el crimen. Dizque fueron sorprendidos robando un auto chuto; es decir, un motorizado sin papeles ni impuestos pagados. Aquí no se aplica aquello de que el ladrón que roba al ladrón?". Pero se pudo observar, en vivo y directo, todos los elementos estructurales de una situación dramática del país en cuanto a justicia y seguridad. Se halla acantonado allí un regimiento militar; la policía también estuvo presente. Y una fiscal lo propio, pero de público. Nadie hizo nada para salvarlos: es una región sin Dios y sin ley. Mientras los políticos se distraen con la comedia electoral, haciendo juego a la ambición oficialista, hay comarcas de tierra adentro en donde impera a plenitud la ley de la jungla.
En materia judicial, Bolivia es un país quebrado. Hay dos justicias: la ordinaria y la comunitaria. Funciona la primera (vaya si funciona) con los abogados, los fiscales y los jueces que conocemos. En tanto que la otra se quedó en medio camino, pero existe en los hechos, camuflada. Los ayllus anacrónicos, sino aceptan la ley estatal, se acogen con arbitrariedad y prepotencia a la que carece de normas y reglamentos; por esa razón, en realidad no existe. Pero se la utiliza para huir de la otra. De ese modo, el hacer justicia por mano propia se inscribe en el ámbito de los "usos y costumbres", que garantizan la impunidad de los asesinos.