Las percepciones de Karl Marx sobre la clase trabajadora y el tratamiento de la naturaleza del capital sobrepujan la inteligencia promedio de los humanos; de lo que se infiere que un mundo sin Marx sería inimaginable. Hombre contradictorio e inextricable en sus cogitaciones, empero, deslumbrantemente veraz en sus posiciones sobre la situación de los trabajadores, de los discriminados, olvidados y desposeídos.
Se lo estigmatizó como ajeno a la sociedad (Aussenseiter en alemán), calificativo que no corresponde, pues su pensamiento diáfano propugnaba que todo en el mundo se puede cambiar menos la esencia del hombre: libertad, condiciones y remuneraciones justas por la venta de la fuerza del trabajo. En 1843 Marx se casó, contrato social al cual no fue exquisitamente leal, luego encontró libertad en París con su amigo Engels.
En el año 1848 concluye su Manifiesto Comunista, cuya esencia potencial reposa en la frase "trabajadores proletarios de todos los pueblos, uníos" de ineluctable influencia en las actividades organizativas de los trabajadores. Se traslada a Londres y se dedica obcecadamente al análisis de los diferentes sistemas de gobierno con eximia prolijidad y publica su monumental obra "El Capital" (Das Kapital), en la cual pudo trasuntar sus inquietudes de justicia social y sus profundos análisis económicos que siguen siendo un faro de orientación para la conducción idónea de la economía.
Marx atiborró en su ocupada mente una infinidad de ideas que en la práctica no pudo realizar ¿Que tendría que decirnos hoy Marx?, que no le sorprende el capitalismo de hoy y la inmigración incontenible que desestructura las políticas de los gobiernos como consecuencia de la explotación, de la desigualdad y pobreza; panorama que él vaticinó y sus luminosas cogitaciones siguen agitando las mentes y causando cambios radicales.
Marx dedujo que la explotación de los trabajadores se atenúa según la geografía y el país en cuestión y sus ímpetus de solidaridad trasuntaban en el esfuerzo de todos en consumir menos para que haya solidaridad que obliga a la interrogante: ¿Seremos capaces de consumir menos para acrisolar este postulado?; es por ello que el propio Marx y su amigo Engels reconocieron que sería muy difícil lograr un estado ideal.
Hoy se explota a Marx comercialmente en todo ámbito, aunque sus libros no se los ha leído ni se los conoce en toda su extensión y él mismo afirmaba "a un hombre no sólo hay que conocerlo como ideología".
Sobre la economía Marx llevaba razón en sus escritos porque hoy se aspira tenazmente al eterno progreso sin meditar que el progreso desmedido y descontrolado daña a la sociedad y al medio ambiente; además nos legó sapiencia infiriendo que el desmedido crecimiento del capital, como se observa en la actualidad, causa la demencia del progreso.
(*) Abogado, postgrados e n Interculturalidad y educación Superior, Filosofía y Ciencia Política (maest), Arbitraje y Conciliación, Derecho Aeronáutico, doctor honoris causa con tesis aprobada
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