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Domingo 25 de noviembre de 2018

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Revista Dominical

El naranja contra la violencia

25 nov 2018

"Quiero contarles de mi vida, lo que viví, desde niña sufrí violencia psicológica y maltrato físico, porque mi papá le pegaba a mi mamá y a nosotros", así comienza el relato de Natalia, una mujer que desde pequeña se enfrentó a una dura realidad. & bull; Por: Ximena Miralles Iporre - Directora de LA PATRIA

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Un filme que muestra la violencia en su máxima expresión fue titulada "La naranja mecánica", nunca supe exactamente cuál era la relación entre el título y la trama; no soy crítica de cine pero me pareció una película bastante psicodélica y extravagante, y pese a ser ya una universitaria cuando la analizamos, me chocó bastante ver tanta violencia, que muchas veces se da también en la vida real.

Por eso me llamó la atención que justamente, como símbolo de la lucha contra la violencia se haya elegido el color naranja, que las personas que se identifican con esa campaña suelen llevar en su vestimenta o en forma de listón como insignia al lado derecho del corazón.

Realizadas las averiguaciones pertinentes dimos con el siguiente resultado: "la elección del naranja responde a que éste es un color que representa el futuro brillante y optimista, libre de violencia contra las mujeres y niñas", según el blog de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres de México.

Bolivia es un país en el que se escuchan, de manera frecuente, noticias sobre todo tipo de violencia contra mujeres, violaciones, abusos y hasta feminicidios, pese a haberse creado la ley 348 Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia. Al parecer desde su promulgación los casos de este tipo de delitos fueron en aumento.

En las noticias se puede percibir cómo muchos hombres se ensañan con las mujeres y las torturan antes de quitarles la vida, cual dioses que deciden quién debe vivir y quién no.

También asistimos a escenarios en que niñas pequeñas, adolescentes, jóvenes, mujeres adultas y hasta ancianas, sufren violaciones y lo peor es que se las culpa por esos delitos que cometen los varones en su contra, siempre buscando un pretexto o justificativo a la atrocidad les toca vivir a ellas.

Además que 7 de cada 10 mujeres con pareja sufrieron violencia.

En sí, la violencia es una herencia que las mujeres bolivianas y de otros países arrastran con menor o mayor intensidad, según la sociedad en que les toque vivir, pues la educación viene signada por agresiones de todo tipo, desde verbales, hasta llegar a las físicas que incluso pueden derivar en muerte.

Cuando me tocó ser jurado en el concurso "Cruzando la puerta", organizado por el Foro Ciudadano Amupei, tuve acceso a increíbles historias, a través de testimonios contados por las mujeres que sobrevivieron a la violencia y fueron empoderadas por esa entidad que las amparó e instruyó acerca de sus derechos.

Cuando conocí a las mujeres detrás de las historias, de muchas de ellas me sorprendió que aún siguieran con vida, y más fuertes que nunca, pues habían relatos realmente fuertes, de féminas golpeadas, a algunas inclusive intentaron asesinarlas.

Pero esos testimonios muestran nuestra realidad social. El machismo se ha instalado en Bolivia, y en otros lugares del mundo, de tal forma que en lugar de ver en la mujer a otro ser humano con semejanzas y diferencias, se la mira como un objeto sin valor.

Y no es posible, que a estas alturas de la "civilización" se admita que aún se mire a alguien como inferior, pues todos somos hijos de Dios, inmensos y divinos, somos la imagen y semejanza del Creador.

"Viví con mi agresor, mi vida fue un calvario. Se metió a trabajar como minero, la historia se repetía a la de mi madre, golpes, desaires. Un día llegó mareado de la mina, me golpeó hasta sacarme todo el pelo del lado izquierdo de la cabeza y sacarme una protuberancia en la cabeza, parecía un cuerno, para entonces ya tenía dos hijos, no supe qué hacer, ya era insoportable", es parte de otro testimonio de violencia vivida por una boliviana.

Muchas historias se repiten con tintes parecidos, unas sufrieron más, otras menos, pero en algún grado el componente violencia está presente, por lo que se buscan mecanismos para erradicarla de las diferentes sociedades.

A mi parecer, la solución más contundente es a través de la educación, que debe darse desde la escuela, lo lamentable es que muchas veces en la misma escuela las niñas sufren violencia, de parte de sus compañeros y en ocasiones inclusive desde los mismos mentores.

Si queremos erradicar este mal, debemos cambiar nuestra mentalidad, salirnos del molde y comenzar a enseñar a nuestros niños sobre el respeto, la igualdad de derechos, oportunidades y obligaciones, sobre el amor, la sororidad, la empatía y otros valores que harán que vivamos en una sociedad mejor, donde el naranja signifique no un futuro, sino un presente brillante y libre de violencia.

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