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Domingo 25 de noviembre de 2018

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Revista Dominical

ECONOMÍA DE BOLSILLO

Informe macroeconómico de América Latina y el Caribe 2018: la hora del crecimiento, BID

25 nov 2018

Por: Joshua Bellott Sáenz M. Sc.

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El presente artículo resume algunas partes resaltantes del Informe Macroeconómico de América Latina y el Caribe, 2018.

Entre las afirmaciones iniciales, se estima que el crecimiento de la economía mundial en 2018 será de 3,9 %, un nivel no visto desde 2011, y que estará sumamente sincronizado entre los países. Se prevé que no menos de 185, de un total de 193, registren un crecimiento positivo, y se prevé que al menos 80 economías tengan tasas de crecimiento superiores al 3,5 % en 2018.

En el caso de China, se prevé que el crecimiento será de 6,6 % en 2018, algo menos que el 6,8 % de 2017, que acabó sorprendentemente fuerte. La economía china se ha reequilibrado alejándose en cierta medida de su importante dependencia de las exportaciones y de la inversión. Todavía existen riesgos relacionados con este proceso, particularmente en relación con los mercados de crédito. Otro hecho, ha sido la importancia creciente de China en la producción de materias primas. Si bien sigue siendo un gran importador, sobre todo de metales y granos, China tiene actualmente una producción interna considerable. Los cambios en la producción interna de China, así como el manejo de sus stocks, tienen el potencial para influir en los mercados mundiales.

A pesar de este cuadro relativamente positivo para los indicadores fundamentales de la economía global, se prevé que en 2018 América Latina y el Caribe crecerán en sólo un 1,9 %. Este pobre crecimiento se debe tanto a factores estructurales como temporales.

Sin embargo, las cifras del crecimiento regional son más bajas debido a la crisis en Venezuela. Se prevé que su crecimiento en 2018 será de -15 %. Excluyendo a Venezuela, se prevé que el crecimiento regional será del 2,5 % en 2018. Se estima que 9 países crezcan a más del 3,5 %.

En un análisis de la contabilidad del crecimiento se llega a la conclusión de que la región ha invertido menos y producido menos por unidad de inversión en comparación con otras regiones.

Se sugiere que los desequilibrios fiscales y externos han aumentado más que las reservas internacionales y que una reducción de esos desequilibrios ayudaría a cerrar la brecha entre las tenencias de reservas y los niveles óptimos estimados.

El informe identifica el bajo nivel y la mala calidad de la inversión como los principales factores que limitan el crecimiento a largo plazo en la región. Sortear esas restricciones requiere enfocarse en la eficiencia, y canalizar más recursos públicos y privados a los sectores productivos. El solo hecho de invertir más no aumentará necesariamente la productividad si los recursos son mal asignados y, por lo tanto, esos esfuerzos serán ineficaces para sostener un crecimiento más alto a largo plazo.

Entre 1960 y 2017, la tasa de crecimiento per cápita promedio del PIB real en América Latina y el Caribe fue de 2,4 % al año, considerablemente inferior a la de los países asiáticos emergentes y de rápido crecimiento (4,9 %) y por debajo del 2,6 % promedio de todos los países del mundo que no pertenecen a la región.

No solo el crecimiento ha sido mediocre, sino que la volatilidad también ha sido alta, incluso después de suavizarse la serie. Hay tres ciclos visibles: 1) el periodo desde los años 60 hasta la depresión de 1983 (cuando la región se encontró sumida en la crisis de la deuda); 2) el periodo que comienza después de la crisis de la deuda y se extiende durante el final de los años 90 (acabando en una crisis financiera de los mercados emergentes); y 3) el periodo desde 2000 hasta la reciente caída del crecimiento después de la crisis global de 2008. Durante este periodo, la tasa de crecimiento promedio aumentó hasta 3.5 al año.

Por estas argumentaciones, América Latina y el Caribe se enfrentan a un doble desafío, aumentar el crecimiento y conseguir que el crecimiento sea más estable. La región ha sufrido tanto de una baja acumulación de capital como de un bajo crecimiento de la productividad.

La eficiencia en la inversión forma parte de un concepto más amplio al que los economistas se refieren como productividad total de los factores y se calcula como todo lo que tiene que ver con el producto en una economía que no se puede explicar midiendo cuánto capital y cuánto trabajo está usando la economía.

La productividad de la economía como un todo se puede pensar como la suma de la productividad de cada empresa individual, ponderada por el tamaño de las empresas.

Para resumir, desde una perspectiva micro, los cambios en la productividad agregada son impulsados por al menos tres fuerzas: 1) la medida en que cada empresa en la economía se ha vuelto más productiva (innovación); 2) cómo cambia la asignación de recursos -si la asignación se vuelve más eficiente, la productividad total aumentará; y, 3) hasta qué punto el mercado permite que las empresas más productivas sobrevivan y prosperen induciendo a las empresas menos productivas a reducirse y eventualmente a salir del mercado.

Es así que, la acumulación de capital amplía la capacidad productiva de la economía.

América Latina y el Caribe, invirtió menos (como porcentaje del PIB) que cualquier otra región, con excepción de África subsahariana. La baja acumulación de capital sería un problema menos grave en sí mismo si los factores de producción se emplearan eficientemente, arrojando un alto producto a pesar de los bajos insumos. Sin embargo, el crecimiento de la productividad total de los factores, que es la medida más ampliamente usada de la eficiencia económica agregada, también se ha rezagado en América Latina y el Caribe, en relación con otras regiones (ver el siguiente cuadro).

Asimismo, la evidencia muestra que América Latina y el Caribe invierten menos que las regiones de rápido crecimiento. También invierte deficientemente, lo cual significa que no emplea sus recursos económicos de maneras que promuevan la eficiencia agregada.

Si América Latina hubiera tenido en conjunto una mayor eficiencia de la inversión y mayores tasas de inversión, comparadas a las de Asia emergente, el PIB del 2017 podría haber sido, seis veces más alto.

Esto pone la responsabilidad de aumentar el crecimiento a largo plazo sobre los hombros de la inversión en capital y del crecimiento a largo plazo sobre los hombros de la inversión en capital y del crecimiento de la productividad agregada.

La tasa de inversión de Bolivia se encuentra alrededor del 20 % del PIB. Sin embargo, países como Chile, Perú, Colombia, Ecuador, Haití, Surinam, Nicaragua, Bahamas, Panamá, Nicaragua, Honduras y México se encuentran por encima del nuestro.

Adicionalmente, el BID detecta en este estudio; según una metodología específica, a sectores potenciales para potenciar el crecimiento y unas barreras potenciales que perjudican el mismo. En el caso boliviano, se mencionan las siguientes: Educación, mercados financieros, salud, infraestructura, innovación e integración, fortalecimiento institucional.

A su vez, pareciera que América Latina y el Caribe sufren de distorsiones microeconómicas que explican por qué obtiene menos por cada dólar invertido en otras regiones.

En este sentido, el informe concluye con algunas aseveraciones de importancia.

El desempeño del crecimiento a largo plazo de América Latina y el Caribe ha sido mediocre. Las tasas de crecimiento han sido más bajas y más volátiles que en otras regiones.

Las inversiones financiadas con recursos públicos deberían escogerse cuidadosamente y el marco general de políticas debería favorecer el aumento de las inversiones del sector privado.

Por el lado de la inversión pública, los gobiernos pueden contemplar dos reformas clave, a saber, mejorar los procesos deficientes de gestión de la inversión pública que conspiran contra la inversión pública eficiente; y diseñar reglas y metas fiscales que orienten un porcentaje mayor del total del gasto a la inversión pública contrarrestando las dinámicas de la economía política que sesgan el gasto hacia el consumo público tanto en tiempos buenos como malos.

En la actualidad, el Gobierno boliviano notoriamente va en dirección contraria a las recomendaciones del informe del BID. Se incrementa el gasto público, pero especialmente el gasto corriente; las inversiones, especialmente en las empresas estatales, no obedecen a criterios productivos eficientes, sino por lo contrario, deficitarios y de mala inversión; las inversiones no se encuentran dirigidas a promover la inversión privada, y es más, la inversión pública es desleal y competitiva con los privados. Asimismo, la innovación se encuentra casi ausente.

Todos estos factores contribuyen a pensar, que la economía boliviana no es sostenible, y que el crecimiento de largo plazo está comprometido por una coyuntura en la que no se toma en cuenta a la empresa privada, la eficiencia, la innovación y el crecimiento económico.

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