Desde la primera vez que con 16 años me infiltré (debido a la censura de edad que pesaba sobre ciertos filmes) en el antiguo cine 6 de Agosto en la avenida del mismo nombre, para subrepticiamente poder ver "La Naranja Mecánica", me quedé fascinado con la obra de Stanley Kubrick, sin lugar a dudas, mi director de cine favorito después de Quentin Tarantino.
La obra del neoyorkino es en general un deleite para quienes gustan del buen cine, pues su propuesta siempre arriesga y fuera de todos los contextos conservadores, traía siempre consigo una carga enorme de energía y mucha polémica después de sus proyecciones.
Padre de obras como Odisea del Espacio (considerada una de las mejores sino la mejor en el género de la ciencia ficción), Espartaco o Lolita, su trabajo audaz provocaba siempre estar a la espera de su próxima obra maestra.
Uno de sus actores favoritos lo acusó de llegar casi a la demencia por la prolijidad y el cuidado que tenía en sus tomas, para las cuales no dudaba ni un segundo en hacerle partir más de cien puertas a Jack Nicholson a punta de hachazos, hasta que la escena más emblemática del resplandor quede perfecta.
Es justamente en esas tomas en las que al gran actor le permitió la única línea improvisada de todo el filme. "Here´s Jhonny" (acá está Jhonny), hacía referencia a cuando el conductor Jhonny Carson hacía presencia en su programa estelar "The Tonight Show".
Así de prolijo era Kubrick, un director incapaz de permitir que el guión se irrespete o que los actores se pasen de listos buscando figurar más de lo debido, hasta que una de sus mejores obras así se lo demandó, y tuvo que ceder a sus manías para que pueda nacer una de las escenas más míticas de la historia del cine bélico.
Cuando el Sargento Instructor Hartman empieza a pasar revista a sus nuevos reclutas, con un uniforme prolijo hasta el mínimo detalle, una mano detrás y la otra acariciando sus yemas, el actor Ronald Lee Ermey comienza a interpretar los 6 minutos de improvisación más memorables de la historia del cine.
Una sarta de improperios, insultos, maldiciones y conjeturas homofóbicas, racistas, discriminadoras y de toda índole salen a relucir en una secuencia que provoca tantos miedos, risas y asombros por igual.
Va de a poco fichando a quienes serán sus soldados más destacados por diferentes motivos y a tiempo de asignarles un apodo les va dando responsabilidades y aprovecha para mentarles a sus madres o hermanas por igual.
Y como suele suceder en cualquier unidad cuartelaría, tampoco tardó en encontrar a quien, durante los siguientes 90 días, que era el plazo que tardaban los Marines de la Isla París en ser instruidos antes de partir rumbo a Vietnam, sería la víctima de su duro modo de querer sacar lo mejor de sus hombres.
El recluta Pyle y el recluta Bufón, serán durante el periodo de adiestramiento, la muestra de lo dura que era la vida de quienes partían al Sureste Asiático desde el momento mismo de su reclutamiento.
Pero sin duda alguna, quien se roba el absoluto protagonismo de la primera parte de la película es el Sargento Instructor, un ex Marine que fue contratado para ser consejero y profesor del actor que iba a interpretar al militar. Sin embargo, tras los primeros diálogos, el director quedó fascinado con los diálogos y las implementaciones que hacía con una naturalidad asombrosa en el guión, por lo que optó por hacer de él, la musa de su película.
Nacido para Matar (nombre del filme en español) es gracias a muchos detalles, pero sobre todo gracias al Sargento Hartman, la razón por la que muchas veces "improvisar" es la mejor forma de que las cosas salgan bien.
Pero lógicamente, este tipo de improvisaciones son la excepción, la regla dicta que para que la vida sea el resultado de éxitos y objetivos alcanzados, la planificación, la constancia, la dedicación, el esmero y el trabajo tesonero, son la única manera de lograr el éxito esperado.
La improvisación, simplemente debería ser coyuntural, emergente ante el accidente o la ocurrencia de lo impensado, pero en Bolivia, es más bien la regla y al parecer dictamina el curso general de nuestra historia, y lógicamente, por eso nos va como nos va.
Cuando la Asamblea Plurinacional quiso asomar la Ley de los Partidos Políticos al agudo olfato de la población, los primeros globos de ensayo, le mostraron a los órganos Ejecutivo y Legislativo que tal idea estaba muy inmadura y que lo mejor era dejarla en manos del próximo congreso para que éste la apruebe.
Pero ante el enorme dolor de cabeza en el que estaban transformadas las plataformas sociales del 21F, alguien en el partido de gobierno se dio cuenta que la LOP podía significar matar dos pájaros de un tiro.
Por un lado, se le volvería a dar la importancia y relevancia que habían perdido los partidos políticos desde hace casi 4 periodos eleccionarios, dejando a un lado a las organizaciones ciudadanas y ni qué decir de las plataformas y los frentes sociales organizados en defensa del voto ciudadano, que ya no tendrán más espacio con esta nueva norma.
Por el otro, mediante un absurdo proceso de elecciones primarias, a través de un artículo, se le daba carácter de incuestionable a la dupla que sea elegida y proclamada por su militancia, atando de pies y manos al órgano Electoral, por si éste quisiera observar la candidatura de Evo Morales y Álvaro García, después de que fueron inhabilitados como efectos del referéndum en el que perdieron.
Ambas medidas lograron su objetivo, la Ley fue aprobada, los partidos para no quedar fuera de lugar rápidamente se pusieron en marcha en busca de fichar al mejor de los candidatos, o como decía el Gringo Gonzáles, para conquistar los encantos de la mejor vedette.
Por el otro lado, quienes luchaban enconadamente por el respeto a los votos del 21 de febrero, quedaron relegados de tal manera, que su poca organización ha quedado sin base y la sociedad en su conjunto, tratando de evitar que suceda lo que hace varios años en Venezuela, prefirió dejar de lejos su lamento y poner los ojos y cinco sentidos en el proceso eleccionario del próximo año.
Sin embargo, en una nueva jugada maestra de la improvisación, donde tuvieron que ajustar al límite el corsé del tiempo, fue al asignar los plazos, tanto para la presentación de candidatos como para la inscripción de los militantes, que el próximo 27 de enero irán absurdamente a las urnas.
Resultados de ir a topa tolondras, el día lunes la población comenzó a hacer circular en redes sociales la noticia de que figuraba como militante de algún partido al que jamás perteneció, o por lo contrario, habiéndose inscrito, no figuraba en tal o cual tienda política.
El escándalo que se armó es de Ripley y lo mejor es que hasta la fecha nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que realmente aconteció. Para colmo de males, notables ciudadanos, o funcionarios que por Ley no deberían ser militantes, ahora lo son y el embrollo sigue y crece.
Lo interesante es que, empezando por el mismo ?rgano Electoral Plurinacional, todo el mundo se lava las manos, nadie asume responsabilidades, muchos comedidos quieren meter presos a todos y algunos hasta con mofa anunciaron aprovechar la situación, para poder impugnar candidaturas, por ejemplo.
El colmo de todo es que el MAS culpa de este zafarrancho a la oposición y esta última no se cansa de afirmar que todo esto es la más clara muestra del enorme fraude electoral que se viene en ciernes.
Lo cierto es que sea por angas o por mangas, este tipo de bochornos obedece simplemente a la improvisación, a la pésima planificación y a la nula intención, de ninguna de las partes, de vivir en un país donde la institucionalidad reine con orden y eficiencia, de acuerdo a la Ley y dejando de lado los intereses particulares.
PS. Perdone la ironía
(*) Paceño, stronguista y liberal
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