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Domingo 18 de noviembre de 2018

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Cultural El Duende

Herencias de la literatura boliviana

Manuel Ascencio Padilla y la autonomía de las Provincias Altas

18 nov 2018

En diciembre de 1815, Manuel Ascencio Padilla envió una misiva al General José Rondeau, conductor del Tercer Ejército Auxiliar Argentino, respondiendo a su petición de "redoblar esfuerzos para hostilizar al enemigo" realista. La nota forma parte del Capítulo "La Guerra larga - Los Ejércitos Auxiliares Argentinos" del libro "Otra historia de Bolivia" escrita por el Historiador, Académico de la Lengua y Diplomático Mariano Baptista Gumucio (Cochabamba, 1931)

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Segunda y última parte

Señor General:

En el oficio de 7 del presente mes, ordena U. S., hostilice al enemigo de quien ha sufrido una derrota vergonzosa. Lo haré como he acostumbrado hacerlo en más de 5 años por amor a la independencia, que es la define el Perú, donde los peruanos privados de sus propios recursos no han descansado en 6 años de desgracias, sembrando de cadáveres sus campos, sus pueblos de huérfanos y viudas marcados por el llanto, el luto y la miseria.

Errantes los habitantes de 48 pueblos que han sido incendiados; llenos los calabozos de hombres y mujeres que han sido sacrificados por la ferocidad de sus implacables enemigos hechos el oprobio y el ludibrio del Ejército de Buenos Aires, vejados, desatendidos sus méritos; insolutos sus créditos y en fin el hijo del Perú mirado como enemigo, mientras el enemigo español es protegido y considerado.

Sí señor, ya es llegado el tiempo de dar rienda suelta a los sentimientos que abrigan en su corazón los habitantes de los Andes, para que los hijos de Buenos Aires hagan desaparecer la rivalidad que han introducido, adoptando la unión y confundiendo el vicioso orgullo, autor de nuestra destrucción.

Mil ejemplares de horror pudieran haber irritado el ánimo de estos habitantes que U.S. llama en su auxilio. La infame conducta� que con el mayor escándalo deshizo, rebajó y ofendió el virtuoso Regimiento de chuquisaqueños que habían salido a morir por su patria, la prisión de los Coroneles Centeno y Cárdenas por haber hostilizado a Goyeneche y debilitado sus fuerzas para que él las batiera y premiar a hombres que habían desolado a millares de habitantes (pero eran del Perú), la pena impuesta a los vallegrandinos por haber propuesto destruir a los enemigos para vengar sus agravios y los de la Patria. La prisión de mi persona por haber pedido se me designe un puesto para hostilizar a Pezuela con altoperuanos, que siempre sin sueldo, siempre a su costa, sin partidos y por sólo la Patria, han sacrificado su vida y su fortuna; con otros millones de insultos que han sufrido en general todos los pueblos; desde el primer mandatario hasta el último cadete de Buenos Aires, no han podido mudar el carácter honrado y sufrido de los peruanos.

Nosotros amamos de corazón nuestro sueldo y de corazón aborrecemos una dominación extranjera, queremos el bien de nuestra Nación, nuestra independencia y despreciamos el distintivo de empleos y mandos, olvidamos el oro y la plata sobre la que hemos nacido y donde ha sido cuna.

La justicia de nuestra causa y nuestros sacrosantos derechos, vivifican nuestros esfuerzos y nivelan nuestras operaciones contra esta generalidad de ideas.

El gobierno de Buenos Aires, manifestando una desconfianza rastrera, ofendió la honra de estos habitantes, las máximas de una dominación opresiva como la de España, han sido adoptadas con aumento de un desprecio insufrible; la prueba es impedir todo esfuerzo activo a los peruanos, que el ejército de Buenos Aires con el nombre de auxiliador para la patria se posesiona de todos estos lugares a costa de la sangre de sus hijos, y hace desaparecer sus riquezas, niega sus obsequios y generosidad.

Los peruanos a la distancia sólo son nombrados para ser zaheridos. ¿Por qué haberme destinado al mando de esta provincia amiga sin los soldados que hice entre las balas y los fusiles que compré a costa de torrentes de sangre? ¿Por qué corrió igual suerte el benemérito Camargo mandándolo a Chayanta de Sub Delegado dejando sus soldados y armas para perderlo todo en Sipe Sipe? Olvídase muy en buena hora el empeño del Perú y sus revoluciones de tiempos inmemorables para destruir la Monarquía? ¿Si Buenos Aires es el autor de esa revolución, para qué comprometernos y privarnos de nuestra defensa? El haber obedecido todos los peruanos ciegamente, el haber sacrificado inauditos, haber recibido con obsequio a los Ejércitos de Buenos Aires, haberles entregado su opulencia, unos de grado y otros por fuerza, haber silenciado escandalosamente saqueos, haber salvado los ejércitos de la patria ¿son delitos? ¿A quiénes se debe el sostén de un Gobierno que él se acuchilló? ¿No es a los esfuerzos del Perú que ha entretenido al enemigo, sin armas por privarle de ellos los que se titulan sus hermanos de Buenos Aires? Y ahora que el enemigo ventajoso inclina su espada sobre los que corren despavoridos y saqueando, ¿debemos salir nosotros sin armas a cubrir sus excesos y cobardía?

Pero nosotros somos hermanos en el calvario y olvidados sean nuestros agravios, abundaremos en virtudes. Vaya U.S. seguro de que el enemigo no tendrá un solo momento de quietud. Todas las provincias se moverán para hostilizarlo; y cuando a costa de hombres no hagamos de armas, los destruiremos para que U.S. vuelva entre sus hermanos. Nosotros tenemos una disposición natural para olvidar las ofensas: Quedan olvidadas y presente.

Recibiremos a U.S. con el mismo amor que antes; pero esta confesión fraternal, ingenua y reservada, sirva en lo sucesivo para mudar de costumbres, adoptar una política juiciosa, traer oficiales que no conozcan el robo, el orgullo y la cobardía.

Sobre estos cimientos sólidos levantaría la Patria un edificio eterno.

El Perú será reducido primero a cenizas que a la voluntad de los españoles.

Para la Patria son eternos y abundantes sus recursos, U.S. es testigo. Para el enemigo está almacenada la guerra, el hambre y la necesidad, sus alimentos están mezclados con sangre y, en habiendo unión, para lo que ruego a U.S. habrá Patria.

De otro modo los hombres se cansan y se mudan. Todavía es tiempo de remedio: propende U.S. a ello si Buenos Aires defiende la América para los americanos y si no� Dios guarde a U.S. muchos años.

Laguna, diciembre 21, 1815

Manuel Ascencio Padilla.

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