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Domingo 18 de noviembre de 2018

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Cultural El Duende

Los bolivianos, ¿estamos bien en ciencia y tecnología?

18 nov 2018

Erika J. Rivera. La Paz. Escritora

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Para hablar sobre Ciencia y Tecnología e Innovación en Bolivia me he basado en las obras que el Dr. Blithz Lozada Pereira ha publicado sobre esta temática en los últimos años. Para mi propósito estos textos son muy importantes porque analizan la vinculación entre el desarrollo real de Bolivia en los últimos tiempos y la falta de políticas estatales para mejorar la educación primaria y secundaria y para fomentar la investigación ahora indispensable en las áreas de la ciencia y la tecnología. El punto de partida de mis reflexiones es la relevancia verdaderamente decisiva que han adquirido la ciencia, la tecnología y las innovaciones correspondientes para la configuración del orden contemporáneo.

Todos los datos a los que podemos acceder en este campo nos señalan que el mundo actual depende casi totalmente de los progresos en las referidas áreas, pero según el Dr. Lozada, Bolivia no hace lo adecuado y suficiente para aclimatar en nuestro país una dedicación correspondiente de los jóvenes tanto en la escuela como en la universidad.

El objetivo general de este trabajo es impulsar la comprensión de esta complicada relación, basándome en los estudios que ha realizado Lozada sobre las ondas expansivas de la economía, que a su vez han estado impulsadas por el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Al mismo tiempo, señalar los obstáculos que las tradiciones sociales y políticas han impuesto a Bolivia para dificultar nuestro acceso al actual nivel requerido en estos campos.

No hay una definición generalmente aceptada de ciencia, pero podemos señalar que es el tratamiento racional de los fenómenos naturales y sociales, buscando explicaciones para entender sus causas y pronosticar su evolución.

Tecnología es la aplicación de los conocimientos científicos a los campos diversos de las actividades humanas, sobre todo de las económicas, para ahorrar insumos, facilitar los procesos de producción y hacer más asequibles los modos de su implementación práctica en los campos de la vida actual.

Innovaciones son los procedimientos y aparatos que el progreso técnico industrial realiza para enriquecer la vida práctica.

Por lo expuesto, el autor Blithz Lozada Pereira experto en la vinculación entre ciencia y tecnología por un lado, y desarrollo económico por otro, se llega a una conclusión fundamental: el impacto de la ciencia y la tecnología sobre el desarrollo económico solo puede ser comprendido refiriéndonos a la teoría de los ciclos económicos. Los dos pensadores más importantes para esta temática han sido los iniciadores de la teoría de los ciclos: el ruso Nicolai Kondratieff y el austriaco Joseph Schumpeter. Posteriormente esta teoría fue complementada y complejizada por otros autores hasta la actualidad. La teoría de los ciclos nos ofrece una explicación histórica mediante el sistema de la alternancia global: es decir que a un periodo de prosperidad le sigue indefectiblemente un periodo de depresión. La prosperidad alcanza su dinamismo gracias al conocimiento científico, al desarrollo tecnológico y a las innovaciones productivas. Es muy conocido el caso de la instalación de ferrocarriles en Estados Unidos y Gran Bretaña. Esta innovación produjo una transformación profunda en la vida económica de esos países, lo que generó cambios inmensos en la economía y la vida social, y por consiguiente en la estructura de la población respectiva.

Según Lozada Pereira habrían ocurrido seis grandes ondas, llamadas ondas K en honor a Kondratieff. Todos los ascensos económicos estuvieron precedidos por descubrimientos científicos decisivos, por el desarrollo tecnológico correspondiente y por innovaciones de muy diferentes tipos. Hay que señalar sobre todo la primera onda k de 1780 a 1850 que coincidió con la Primera Revolución Industrial. La segunda onda k duró de 1850 a 1890 y fue inducida por la construcción masiva de redes ferrocarrileras. La tercera onda k de 1890 a 1935 fue causada por la utilización masiva de la electricidad y de la química. La cuarta onda k, de 1935 a 1980, fue producida por la autolocomoción y la petroquímica. La quinta onda k de 1980 a 2010 se debió a las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones, es decir a ese nuevo ámbito basado en las computadoras y las redes informáticas. La sexta onda k, a partir de la crisis del 2008 está basada en la tecnología medioambiental, el dominio de la salud y la nanobiotecnología, es decir la tecnología que se dedica al diseño y manipulación de la materia a nivel de átomos o moléculas con fines industriales o médicos, como la fabricación de productos a microescala, entre otros. Esta última onda depende del procesamiento de datos, la manipulación de estructuras moleculares y de productos generados por la manipulación celular de organismos vivos.

Para Blithz Lozada está claro que esta evolución histórica depende cada vez más del pensamiento científico y del desarrollo de innovaciones tecnológicas. Se puede inferir entonces que el mundo de hoy y más aún el de mañana, serán determinados por la sociedad del conocimiento, por el avance científico y por la capacidad creciente de innovaciones tecnológicas. Según este autor, resultan entonces de crucial importancia las políticas públicas destinadas a la educación, al ámbito universitario y a la dimensión de la investigación científica para que una nación esté adecuadamente preparada para enfrentar ese futuro que dependerá casi exclusivamente de la evolución de los factores en Ciencia y Tecnología e Innovación (C&T+I).

En el caso de Bolivia, las pocas investigaciones que tenemos sobre esta temática y específicamente sobre la situación de nuestro nivel educativo, nos señalan considerables vacíos sobre todo en la dimensión de la investigación científica. Según Lozada Pereira se puede constatar el desinterés del Estado con respecto al verdadero fomento de una educación acorde con las necesidades reales de la educación en el mundo actual. Por otra parte, el Estado boliviano no fomenta adecuadamente la investigación científica. Nuestro autor va más allá y afirma que el gobierno tergiversa y manipula la información pública referida a los indicadores que nos podrían dar luces sobre la situación real de alumnos y estudiantes en perspectiva comparada supranacional. Señala como ejemplos importantes la falta de indicadores estandarizados que pueden medir la capacidad de los estudiantes de 15 años para comprender un texto relativamente simple en su propia lengua materna. El otro ejemplo se refiere a la enorme carencia en aptitudes matemáticas, específicamente en el caso de cálculos elementales con la regla de tres.

Lozada Pereira enfatiza que los principales grupos involucrados en la educación (el gobierno mediante su ministerio respectivo, los sindicatos de docentes, los profesores universitarios y de colegio, los alumnos y sus padres), se mienten a sí mismos y se muestran indiferentes frente a una realidad vergonzosa: los jóvenes próximos a convertirse en bachilleres no saben ni leer ni escribir adecuadamente y son, al mismo tiempo incapaces de realizar operaciones aritméticas elementales. Según nuestro autor, las autoridades educacionales impiden la obtención de indicadores estandarizados porque es la forma más cómoda de evadir responsabilidades, evitar las comparaciones internacionales y, al mismo tiempo, dar la impresión de políticas públicas de carácter autoctonista. Estas tendencias favorecidas por el Estado promueven un marcado conservadurismo educacional, que a largo plazo fomentará el subdesarrollo nacional, el clientelismo tradicional y la demagogia en nombre de un modelo pretendidamente propio y original. La aversión a los indicadores va de la mano de una retórica nacionalista y a menudo indianista, en la que nadie cree y que sirve solamente para hacer digerible una política pública marcadamente conservadora y tradicionalista, encubierta por la usual retórica revolucionaria.

En lo respectivo al nivel académico de investigadores hay muy pocos datos confiables que hubiesen permitido una comparación internacional. Lo que sí se puede especular es que Bolivia produce postgraduados con títulos de maestría o superiores en un número relativamente bajo si tomamos en cuenta las necesidades de una sociedad que debería estar inmersa en la sexta onda k. Lozada Pereira menciona explícitamente que los indicadores bolivianos en los siguientes rubros son muy bajos o no existentes: Porcentaje de investigadores con respecto a la magnitud de la población; gasto anual del Estado y de entidades privadas destinado a la investigación científica y tecnológica; coeficiente de invención; número de publicaciones científicas y proporción de artículos publicados en revistas indexadas con respecto a la población. En todos estos campos se notaría una especie de desinterés estatal que ha ido aumentando a partir de 2006.

Los estudios que se han realizado en los últimos años señalan que el mundo actual depende del avance de la Innovación y Desarrollo (I+D), que se basa en los progresos de la Ciencia y Tecnología e Innovación (C&T+I) y se basan en datos científicamente comprobados y sistemáticamente expuestos, de modo que permitan una comparación supranacional o internacional, que a su vez nos da luces sobre la falta de políticas públicas nacionales donde aplicar políticas específicas para remediar la escasez de proyectos a largo plazo. Estas cifras sistematizadas han sido publicadas por la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana (RIC y T), difundidas regularmente desde los años noventa del siglo pasado.

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