Los rostros de los que marchan dicen otras historias. Las largas jornadas de hambre y de temor. Las largas historias de Washington presionando a sus gobernantes, para apoderarse de sus tierras sembradas de bananos o de frutas tropicales; la imposición de guardias nacionales, las mil y una guerras prefabricadas, el envÃo de filibusteros para controlar estallidos sociales. El último y doloroso capÃtulo, las guerras civiles en los últimos 30 años, los miles de muertos y de desaparecidos, los procesos de paz incompletos, la impunidad de los asesinos.
Lo más triste, el fracaso de los sueños. Antes aún movÃa la utopÃa, ahora saben que ex guerrilleros en el poder son igual o peor de corruptos y pueden ser tan sanguinarios como Daniel Ortega en Nicaragua.
La llamada izquierda no los entiende o las feministas no comparten con las decenas de mujeres arrastrando sus rodillas. ¿Es ese el opio del pueblo? ¿O existen sensibilidades más profundas y atávicas? Muchos lloran ante el altar. Son los primeros peregrinos de los miles que llegarán en diciembre.
Quizá demasiados discursos polÃticos ocupados en consignas ideologizadas han olvidado estos otros mundos. Estas otras grandes preguntas.
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