La nueva Alemania cae con el traje de la antigua

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Alemania cayó en semifinales del Mundial de Sudáfrica tras haber renunciado a los valores que le llevaron hasta esa fase, el toque y el control del balón, unas máximas que no pudo mantener contra España, ante la que se echó en brazos de los principios tradicionales de la Mannschaft.

El rigor táctico, la firmeza defensiva, el juego vertical habían quedado un poco relegados en este Mundial por un fútbol más ofensivo, una apuesta más moderna de toque, hecha a partir del balón, de la mano de un técnico, Joachim Löw.

Pero contra España cambió la propuesta, renunció al balón y esperó en su terreno de juego a que sus delanteros pescaran una contra. Una apuesta más acorde con el juego de Alemania pero no con el de esta Alemania.

Ahora su equipo se verá obligado a luchar por la tercera plaza, como hace cuatro años tras caer contra Italia en el Mundial que organizaban en su terreno.

Se quedó a las puertas de su octava final, sin posibilidad de luchar por su cuarto título Mundial. Perdió porque lo buscó menos que España y porque aunque aguantó 73 minutos, recibió un tanto en el peor momento, cuando ya quedaba poco tiempo para reaccionar.

Era el primer gol que encajaban los germanos en la segunda mitad en lo que va de Mundial, acostumbrados a controlar los partidos, a mirarlos desde arriba.

Pero ante España se limitaron a contener, a aplicar el control táctico que tan buenos resultados les ha dado durante años, décadas de estar siempre en las últimas instancias de las fases finales, de hacer buena la frase de Gary Lineker de que al fútbol juegan once contra once y ganan los alemanes.

Esta vez no sirvió. La nueva Alemania careció del realismo de la clásica. La actual generación, surgida de las escuelas abiertas por la Federación tras el fracaso de 1998, persigue un fútbol más ofensivo, una apuesta diferente.

Quiere jugar a partir del balón. Sus jugadores, muchos de ellos originarios de la inmigración, se identifican menos con los valores tradicionales de la Mannschaft y por eso los aplicaron pero.

Alemania contuvo bien a España durante buena parte del encuentro, pero apenas aportó nada, casi ninguna ocasión.

Esta selección, que había sorprendido por el descaro de su juventud, se hundió con los viejos principios. En el tramo final, cuando los partidos se deciden por poca cosa, a los germanos les faltó el toque de experiencia necesario para ganar los partidos importantes.

No apareció Miroslav Klose, demasiado aislado, desasistido por un equipo que renunció al balón. O que no pudo tenerlo ante el empuje de España.

Y echaron en falta a Thomas Müller, que cumplía un partido de sanción y que aparecía como su hombre más inspirado del Mundial, el encargado de desatascar al equipo en los momentos difíciles.

En el país se abrirá ahora el debate sobre si debe profundizarse en el camino marcado por Löw o volver a la ortodoxia germana.

Un debate que se personificará en dos nombres. En primer lugar, el de Mickael Ballack, el hombre que condujo a Alemania en los últimos años y que se perdió el Mundial por una lesión.

Muchos observadores aseguran que su salida involuntaria abrió el paso a la revolución, dejó al equipo las manos libres para practicar otro fútbol.

El otro nombre será Löw, que se ha negado a desvelar su futuro hasta que no termine el Mundial. El técnico de escaso palmarés que llegó al frente de la Mannschaft tras haber sido el ayudante de su predecesor, Jürgen Klinsmann, se ha ganado el respeto de su país y un prestigio en todo el mundo.

El fútbol que practicó su equipo se mereció las más altas alabanzas, incluso procedentes del gurú del juego tradicional germano el ex seleccionador y capitán Franz Beckenbauer.

"Nunca vi a Alemania jugar tan bien", afirmó el "kaiser" tras el encuentro contra Argentina (4-0). Ahora, quizá revise sus opiniones.

Fuente: Durban (Sudáfrica), 7 (EFE).-