La enseñanza modula el entendimiento, la educación y la voluntad
14 nov 2018
Raúl Pino-Ichazo Terrazas
La cultura está íntimamente, como acepción, ligada al concepto de cultivar que deriva del latín colere, encerrando originariamente el cuidado y perfeccionamiento de las aptitudes propiamente humanas más allá del estado natural (Dios al crearnos, a todos sin excepción, nos siembra aptitudes naturales que podemos cultivarlas, pero si no exacerbamos su cultivo cotidiano, estas esperan acción pasivamente y pueden permanecer en ese estado hasta la muerte del individuo).
El concepto obliga a establecer una digresión semántica ampliada y resaltar que todos los humanos nacemos con aptitudes para absorber cultura y, esa absorción es el cultivo del espíritu. ¿Qué contempla implícitamente esa absorción de cultura?, se entiende que los humanos, mujeres y hombres añaden cultura a su naturaleza todos los días: hablando, discutiendo, analizando, leyendo y escribiendo y, esta acción no es solo unilateral, es decir, lo que adiciona el humano a sí mismo sino también a los objetos, o sea la cultura como suma de bienes, cuando mujeres y hombres interpretan un cuadro, una pieza musical, un fósil, un paisaje, una geografía, una etnicidad y todo lo que rodea las actividades humanas, asignándoles un predicado y valor cultural.
Según lo precitado, la naturaleza de la mujer y el hombre significa lo que les es innato y además lo que existe fuera de ellos sin su intervención, entonces, la cultura comprende todo aquello, que no es poco, que es su origen, a la intervención consciente y libre de la mujer y el hombre, sin embargo, ora el origen ora el fin enlazan entre sí, naturaleza y cultura, pues la capacidad humana creadora de la cultura puede verazmente perfeccionarse después, empero, originariamente hunde sus raíces en la naturaleza; y esta es innata, este ejercicio es el primordial para producir en nosotros cultura incesantemente como el aire que respiramos, debido que los humanos disponemos de naturaleza innata y acción de cultivar, que es añadir cultura a la naturaleza de mujeres y hombres hasta morir.
La cultura, sin variación ni distracción, encuentra su verdadero fin en el perfeccionamiento de la naturaleza de la mujer y el hombre; esa perfección produce siempre el despliegue o satisfacción de disposiciones y el resultado, como acción de sobrepujar lo perfectible, es la ampliación de la naturaleza y aptitudes innatas concedidas por Dios, que en sentido lato o amplio recibe el nombre de perfección.
Finalmente, como corolario desgarrador, pues si no se inicia la persecución de la cultura, utilizando una metáfora, se pierde la oportunidad irremisiblemente; afirmando que la actividad creadora de la cultura está determinada por la dirección y medida de aquella y, un despliegue cultural direccionado contra la esencia de mujeres y hombres que constituyen la humanidad, no es verdadera cultura sino una pseudocultura.
(*) Abogado, posgrado en Educación Superior e Interculturalidad, doctor honoris causa, docente universitario, escritor
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