La coherencia en las relaciones internacionales es muy importante para la vida de los países; las incoherencias dejan, generalmente, resabios que no concuerdan con la realidad, especialmente -si ocurre como en nuestro caso- cuando se pertenece al Tercer Mundo, es decir, al sector de los pobres y subdesarrollados. Bolivia sufre este problema, conjuntamente los que padecen necesidades extremas sea por administraciones gubernamentales no acordes con las necesidades del pueblo o sea por la incapacidad para entender cuál es nuestra posición en el concierto de las naciones.
Nuestra pobreza no implica necesariamente que seamos inútiles o inhábiles para salir de postraciones que nos colocan en la cima de las urgencias y necesidades; es, debe ser, el acicate para salir de todo ello. Para eso, es el gobierno, conjuntamente su entorno y su partido, los que tienen que dar pasos precisos en pos de objetivos muy claros. No pueden las autoridades seguir con políticas erráticas, ajenas a lo que somos y queremos, contrarias a nuestras urgencias, indignas de nuestro propio orgullo como nación.
Depender de la ayuda y comprensión externa es malo como malo es acogernos a “comprensión y regalitos” (estos últimos habrá que pagarlos de todos modos) de quien o quienes comulgan con el gobierno y su partido. Nuestra propia forma de ser, la idiosincrasia de nuestro pueblo, la tan decantada presencia de muchas etnias, la diversidad de culturas, las potenciales riquezas sin explotar que contiene nuestro territorio, el pasado que muchas veces se quiere olvidar y otras razones, son suficientes motivos para buscar salidas a nuestra situación y, para ello, es preciso encaminar al país por senderos que no sean pendientes ni terrenos escabrosos que nos alejen de soluciones que sabemos existen.
Las políticas erráticas que mantiene el gobierno en sus relaciones con muchos países, más nos perjudican que hacen bien; para ejemplo, basten dos casos: ¿Qué se pretende con la irracional y siempre antagónica conducta que se practica con los Estados Unidos cuando en los hechos buscamos su ayuda? ¿Hasta dónde puede llegar la excesiva dependencia – del gobierno, no del país – del presidente de Venezuela con políticas financieras alejadas de lo que ese país tiene programado desde siempre en lo relativo a cooperación con países amigos? ¿Se cree que la “comprensión y ayuda” (humillante muchas veces) del señor Chávez nos hace bien ante el concierto de las naciones y nos ayudará a salir de la pobreza?
¿Cuál es nuestra realidad con Cuba, Venezuela y otros países con políticas socialistas o a punto de ingresar en ellas, con relación a la cooperación de importar productos bolivianos y mantener un balance debidamente equilibrado? ¿Y qué de las inversiones anunciadas por China, Corea del Norte, Libia y otros países, como “muestra de solidaridad política y social”?
Es preciso que el gobierno defina sus líneas en cuestión de política exterior y encause sus pasos por los caminos de la racionalidad, de la coherencia, entendiendo que realmente implica respetar las posiciones de cada uno de los países que nos comprenden y ayudan y de los que sólo hacen demagogia a nuestra costa. Definir políticas claras y coherentes en lo externo es asegurar que nuestra dignidad e independencia sean respetadas en lo interno y externo; es mostrar que actuamos coherentemente y no estamos sólo a la expectativa de ayudas que muchas veces mancillan la dignidad nacional.
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